viernes, 20 de mayo de 2011

Bandera de La Vendée, 1793

Por Iñigo Pérez de Rada Cavanilles

Bandera de La Vendée, 1793



La Revolución Francesa marcó un antes y un después en la Historia universal.
Al grito de "Libertad, Igualdad y Fraternidad" se cometieron los mayores excesos y crímenes perpetrados contra inocentes, a un nivel sólo comparable al alcanzado durante las persecuciones romanas contra los primeros cristianos, y las realizadas por los marxistas y otros regímenes totalitarios a lo largo del siglo XX.
Enfrentados a los revolucionarios franceses de finales del siglo XVIII se encontraban los voluntarios vandeanos (1) quienes a modo de cruzados contra la impiedad y el regicidio con bravura y coraje supremos defendieron, enarbolándola, la enseña blanca de su Rey, batallando la subversiva tricolor, siendo por ello víctimas del "Primer Genocidio de la Historia Moderna":
 "Por medio de los decretos del 2 de agosto y del 1º de noviembre de 1793, el gobierno revolucionario de la Convención, en su voluntad de descristianización del territorio, se lanza a la destrucción de la Vendea y del «exterminio» de la «raza rebelde», es decir los realistas y los católicos de dicha región del oeste de Francia que perdió en este genocidio a unos 350 000 habitantes. Los horrores de esta campaña son ilustrados por personajes abyectos como el general republicano Louis Marie Turreau (1756-1816), famoso organizador de las Columnas Infernales que masacraron a decenas de miles de vendeanos y asolaron toda la región sin escatimar bestias, campos y bosques. A principios de 1794, tras la debacle del ejército realista en el Loira, ya solo subsisten en la región bandas aisladas y siempre decrecientes de resistentes; las Columnas se encarnizan entonces con la población indefensa. Uno de los reportes del mando republicano nos informa que: «… Matamos a cerca de 2000 cada día... Mandé matar esta mañana a 53 mujeres, igual número de niños... Quemé todas las casas y degollé a todos los habitantes que encontré. Prefiero degollar para economizar mis municiones...». Sorprendentemente, este hombre enfermo atraviesa los gobiernos sucesivos hasta 1816 sin ser inculpado por sus crímenes, tras ser absuelto por unanimidad en un juicio en 1795. El senador estadounidense William Plummer nos dice de éste hombre de «grandes bigotes, cara roja feroz y ojos encendidos» que golpeaba a su mujer con un látigo, que «nunca [había] contemplado un rostro tan cruel y sanguinario». En 1814 se somete a Luis XVIII e, increíblemente, tras los Cien Días, ¡aparece en la lista real de beneficiarios de la Cruz de San Luis!". (2)




















Piel humana curtida de un vandeano que se conserva en el Museo de Historia Natural de Nantes, Francia.  
Los revolucionarios franceses juzgaron que la forma más rápida y barata para la República de exterminar a los vandeanos era ahogarlos. Una vez muertos se llegó a emplear su grasa para lubricar fusiles y con las pieles curtidas (como la de la foto) se fabricaron botas para los soldados, si eran de hombre, y si de mujer guantes para los oficiales.

El general revolucionario Westermann manifestó su satisfacción por haber cumplido uno de los mayores genocidios que conoce la Historia: "¡La Vendée ya no existe, ciudadanos republicanos! Ha muerto bajo nuestra libre espada, con sus mujeres y niños. Acabo de enterrar a un pueblo entero en las ciénagas y en los bosques de Savenay. Ejecutando las órdenes que me habeis dado, he aplastado a los niños bajo los cascos de los caballos y masacrado a las mujeres, que así no parirán más bandoleros. no tengo que lamentar un sólo prisionero. Los he exterminado a todos".

"La Messe dans les bois (Vendée 1794)". Grabado francés del S. XIX


















Los combatientes de la Vendée perdieron en muchos casos vidas y haciendas enfrentándose a la Revolución, pero su firme fe en la Causa tradicionalista sería recogida en un inminente futuro por renovados contrarrevolucionarios defensores del Altar y el Trono: los carlistas españoles.

Vista general del salón y detalle

La bandera vandeana, "drapeau blanc", que ahora presentamos, testigo de muchas acciones nobles, la tuvo Don Carlos VII de Borbón expuesta en su palacio veneciano de Loredán -primeramente en su despacho y luego en la estancia denominada "Salón de Ollo y Zumalacárregui"-, como lo prueban la fotografía de este último aposento donde se aprecia la enseña emplazada en la esquina -junto a un retrato de Carlos V de Borbón-, y la noticia aparecida en el "Correo de Tortosa" (3) en su edición de 23 de mayo de 1892 que textualmente recoge la siguiente información:
"Un regalo de otro género se ha recibido también esta semana en el palacio Loredán.
Consiste en una hermosa bandera blanca, con las flores de lis bordadas en oro, así como el grito de "Vive le Roy", que el Conde Fernando de la Roche (4) ha ofrecido al Duque de Madrid.
El ilustre anciano legitimista la conservaba desde el reinado de Luis XVIII, y la ha enviado ahora, como recuerdo de familia, al primogénito de los Borbones.
Siendo ajena á nuestra patria y á la causa carlista, el Duque de Madrid, naturalmente, no la ha dado puesto entre los trofeos de nuestras guerras, colocándola en su despacho entre los retratos de Enrique IV y Luis XVI". (5)
A la muerte de Don Carlos (6) se hizo llevar esta bandera (7) -junto a otra rojigualda que probablemente estaba en el "Cuarto de Banderas"- desde Loredán hasta la Catedral de San Justo de Trieste para honrar el solemne sepelio del Monarca que tuvo lugar el 24 de julio de 1909, seis días después del óbito. Quedaban así representados mediante el despliegue de ambas enseñas -símbolos de inalterable Legitimidad- los derechos dinásticos que el augusto finado detentó sobre las Coronas de España y de Francia.
"En medio de la nave central [de la Catedral de San Justo] se levantaba un grandioso túmulo, de tres pisos, negro con franjas de oro. Alrededor diez grandes candelabros y ocho ciriales, de los cuales cuatro, en los ángulos, eran sostenidos por cuatro querubines de plata. A los dos lados del túmulo estaban dos banderas venidas del palacio Loredan, una con los colores de España, la otra blanca con los lises de oro [...] Mientras tanto sobre el féretro se coloca una corona real sobre una bandera española. Poco más allá, sobre una almohada de terciopelo carmesí, se han colocado las condecoraciones del difunto [...] El féretro fué llevado a brazos a la capilla, siendo seguido por don Jaime y el Infante don Alfonso. Colocado junto al hueco, el féretro recibió la última bendición, comenzando el descenso al fondo de la cripta. Retiráronse entonces la bandera francesa y la española, cubriendo el féretro con ptra gran bandera de colores rojo y gualda [...] Luego fué tapiada la cripta". (8)



Posteriormente ingresó en el Museo de Recuerdos Históricos de Pamplona (9) tal y como acredita una cartela adherida a su lienzo que reza "Bandera de los Legitimistas Vendeanos, traida a España y entregada a Carlos VII por unos voluntarios franceses. 1793" (10). Su paso por el extinto Museo aparece recogido en la publicación "Museo Histórico de Pamplona" (11) -la autora, Dolores Baleztena Ascárate, ofrece una versión sobre la historia de la bandera un tanto fantástica, que no se ajusta a la realidad, ya que indudablemente desconocía lo publicado en el "Correo de Tortosa"- donde se desplegó con los mayores honores en la denominada "Sala de la Legitimidad":
"En ella está expuesta la bandera más antigua que se conserva en el museo. Blanca, con flores de lís y la inscripción <<VIVE LE ROI>>. Perteneció a los chuanes de la Vendée. Al terminar la revolución en Francia quedó oculta en un castillo medio derruido. Un descendiente de aquellos valientes <<royalistes>>, sintiendo correr por sus venas la sangre del abuelo legitimista, tomó la bandera, y con ella, en comunión de ideales, vino a alistarse en el ejército de Carlos VII. Los retratos de Larrochejaquelin Charreté (12), Catelineau (13) y otros <<geants>> de la Vendee rodean celosamente la enseña que defendieron en los campos vandeanos.
El conde de Chambord, Enrique V de Francia, no puede estar lejos de la bandera florliseada, que mantuvo enhiesta hasta morir, y allí en un grabado, lo vemos representado". (14)
Se trata esta singularísima bandera de la única, creemos, enseña histórica del campo vandeano que ha sobrevivido hasta nuestros días, lo que la hace particularmente valiosa para la Historia de Francia. (15)
Está confeccionada en seda blanca -hoy oscurecida por acción del paso del tiempo- de formato cuadrado, midiendo 110 cm. por lado, llevando bordado en hilo de oro el lema: "VIVE LE ROI" -por Luis XVII- inscrito en corona de laurel, coronado por una Cruz también en oro con ráfagas y flor de lis; en cada uno de los vértices una corona de lis. Engalana la enseña un fleco en oro. El textil presenta un total de cuatro espacios de pérdida de tejido, que pudieron haber sido causados por efecto de la metralla o proyectiles.

Henri de La Rochejaquelein

La marquesa de La Rochejaquelein dejo consignado en sus memorias la entrega de una bandera de similares características a ésta, que bien podría tratarse de la mencionada en el texto (las pequeñas discrepancias que pudieran darse podrían ser debidas al paso de los muchos años discurridos entre que la marquesa la encargó y cuando al fin redacta sus memorias, en el transcurso de los cuales pudo haber olvidado algún detalle):
"El terror reinaba en la Vendée, pero el gran ejército estaba animado por la gloria de salvar al país. Yo había encargado hacer una bella bandera blanca para la tropa a sueldo que el señor de Lescure tenía que formar; encima había una gran cruz bordada de oro, con tres flores de lis y las siguientes palabras escritas con grandes letras de oro: ¡Viva el Rey! Se la mandé a Cholet, donde se estaba reuniendo la tropa. El párroco de Saint-Laud la bendijo a medianoche, mientras decía misa exhortando a los soldados con un estupendo discurso". (16)

Luis XVII de Francia




Corazón de Luis XVII en Saint-Denis
























El vexilólogo Luis Sorando escribió un artículo sobre la bandera que fue publicado por la revista "Banderas" (17) y que aportamos a continuación. Es interesante hacer notar que Sorando encontró la enseña en casa de Baleztena doblada en su tercio superior paralelo a la vaina -espacio reservado para albergar el asta-, con las flores de lís correspondientes a ambos vértices superiores desplazadas hasta la mitad del campo de la bandera -probablemente con el objeto de disimular la gran pérdida de textil que se encuentra en su cuadrante superior izquierdo-, por lo que el autor erróneamente dedujo en un momento que el anverso debía presentar un total de seis flores. Con el objeto de devolverla a su primitiva apariencia, se procedió a descoser las dos flores de lís mencionadas y restituirlas a su emplazamiento original, que por cierto conserva el sombreado de sus siluetas debido al paso del tiempo. Desgraciadamente a día de hoy, en 2010, se han perdido las dos corbatas mencionadas por Sorando en su artículo.






NOTAS

(1) Una visión simplista y maniquea sobre lo que era la milicia vandeana nos la puede presentar como una turba improvisada y mal pertrechada de campesinos católicos enfervorizados, capitaneados por curas y nobles locales sin apenas experiencia o preparación militar. Preferimos la mirada de un conocedor del tema, quien ha dedicado años al estudio en torno a la Revolución Francesa, y que ha esbozado con destreza una acertada -a nuestro juicio- descripción de la hueste realista: 
<<Cualquiera que viera avanzar a esa masa desordenada de entre cinco y quince mil hombres, según los lugares y momentos, la tomaría antes por una peregrinación que por un contingente militar. Sus principales estandartes contenían motivos religiosos, como la efigie de San Juan Bautista que acompañaba siempre a La Rochejaquelein con el lema <<Ecce Agnus Dei que tolli peccata mundi>>. Además , jefes y soldados llevaban rosarios de cuentas gruesas colgados del cuello y escapularios bien visibles del Sagrado Corazón, destinados a protegerles de las balas enemigas, prendidos del pecho con las iniciales de Jesús y María. Enseguida se distinguía también a los capellanes por la banda morada que cercaba sus sombreros.
<<Durante la marcha –recuerda un testigo presencial- las primeras filas rezaban el rosario y las otras repetían el recitado, y el sonido monótono de esta oración dicha a media voz formaba un sordo murmullo que tenía cierto parecido con el sonido de las olas cuando son agitadas por el viento>>. Antes de entrar en combate, el ejército al completo se persignaba de rodillas mientras los capellanes lo absolvían colectivamente de sus pecados. El brutal general republicano Jean-François Berruyer, encargado más delante de la represión de la revuelta, hará constar <<la dificultad de vencer a personas que no buscan otra cosa más que morir para ir al paraíso>>.
Sólo después de ese primer impacto de fervor religioso se percibían  los símbolos realistas, como banderas con las flores de lis, estandartes con vivas a <<Luis XVII>> o trozos de tela blanca que servían de improvisadas escarapelas realistas. Los jefes iban a caballo, con sus trabucos en bandolera, tocados con chambergos redondos de aparatosos penachos.” 
Pedro J. Ramírez. “El Primer Naufragio. El golpe de Estado de Robespierre, Danton y Marat contra el primer parlamento elegido por sufragio universal masculino”. La Esfera de los Libros, S.L. Madrid, 2011. Págs. 485-486.
(2) Instituto Napoleónico México-Francia. "La Reducción de la Chuanería o la Paz de los Bravos". http://inmf.org/cronicasCeIintro.htm
(3) "Correo de Tortosa. Diario Católico-Monárquico, de Avisos y Noticias".
Deseamos agradecer al investigador D. Antonio Prieto Barrio su gentileza al hacernos llegar copia escaneada de un ejemplar de dicho periódico incluyendo la noticia.
(4) Conde Ferdinand de La Roche (Bruselas, 24/9/1817-Gratz, 24/12/1908). Fue hijo habido fuera del matrimonio de Su Alteza Real Don Carlos Fernando de Borbón, Duque de Berry y la dama belga Marie-Sophie de La Roche. Cuando hace entrega de la bandera a Carlos VII en 1892 ya había fallecido nueve años antes su hermanastro, el Conde de Chambord, Rey legítimo de Francia, quien por cierto renunció al Trono de Francia por no querer abrazar la bandera tricolor prefiriendo en su lugar la blanca tradicional borbónica o "drapeau blanc".
Para los legitimistas franceses, tras la muerte de Chambord, Carlos VII de Borbón pasó a encarnar los derechos dinásticos de la Casa de Borbón también en Francia. Por esta misma razón a Don Carlos VII se le hizo depositario del corazón de Luis XVII de Francia. El conde de Marichalar encabezó en 1895 una comisión de legitimistas franceses que tenía por objeto entregar el corazón a Don Carlos en su residencia de Venecia ("El Baluarte. Periódico Tradicionalista", Nº 395/12 Julio de 1895).Estuvo el corazón de Luis XVII en el Loredán hasta que en fecha desconocida Don Carlos lo trasladó al castillo austriaco de Froshdorf. Desde 2004 el corazón del malogrado monarca galo descansa junto a los restos de sus padres los Reyes Luis XVI y María Antonieta en la Basílica de Saint-Denis, en París.
El conde de la Roche cultivaba con éxito el noble arte de la pintura, y había regalado al Infante Don Alfonso Carlos un cuadro representando la toma de Cuenca por los carlistas y en 1896 obsequió a Don Carlos con otro "no menos notable que figura una batalla en el Norte. La obra del Conde de la Roche, además de su mérito artístico, aumenta los recuerdos de la guerra que se conservan en el Palacio Loredán, porque el autor ha pintado en el Estado Mayor del Rey los retratos de varios de sus compañeros de armas más queridos, como los generales elío, Marqués de Valde-Espina y Velasco, y los oficiales Don Juan Elío, Barón Carlos de Walterskiechen y los malogrados Ponce de León y Vizconde Javier de Barrante". ("El Baluarte. Periódico Tradicionalista", Nº 509/8 Abril de 1896). 
(5) Es evidente que en algún momento entre mayo de 1892 -cuando se recibe la bandera en Loredán- hasta el instante en que se realiza la fotografía -en fecha indeterminada, aunque tenemos la certeza que en 1907 fue publicada en el libro "Los Señores Duques de Madrid en el Palacio Loredán", (Fomento de la Prensa Tradicionalista de Barcelona. Establecimiento Gráfico Thomas, Barcelona)- fue trasladada la bandera desde su emplazamiento original, el despacho, hasta el "Salón Ollo y Zumalacárregui".
(6) Repentinamente acaecída en el Hotel Excelsior de Varese, el día 18 de julio de 1909.
(7) No tenemos constancia que en el palacio de Loredán existiese ninguna otra bandera francesa blanca y con flores de lis, por lo que creemos que necesariamente tuvo que ser esta la bandera elegida, máxime teniendo en consideración que había sido nada menos que el nieto del Rey Carlos X de Francia, el Conde de La Roche, quien había entregado diecisiete años antes la enseña a Don Carlos en su calidad de primogénito de los Borbón, con toda la carga simbólica que ello suponía.
(8) Melchor Ferrer. "Historia del Tradicionalismo Español". Editorial Católica Española, S.A. Sevilla, 1959. Tomo XXVIII, págs. 327-330
(9) La bandera de la Vendée pertenecía a un extenso lote de banderas históricas procedentes del palacio de Loredán que habían sido donadas en 1939 por el filántropo estadounidense Mr. William T. Middleton.
(10) Sabemos hoy que no es cierto lo que figura en la cartela: "Bandera de los Legitimistas Vendeanos, traida a España y entregada a Carlos VII por unos voluntarios franceses. 1793". Nunca fue llevada a España por ningún "legitimista vendeano" ni estuvo en "castillo medio derruido" alguno, sino entregada en 1892 por el Conde Ferdinand de La Roche a Don Carlos en su residencia de Venecia.
(11) Dolores Baleztena Ascárate. "Museo Histórico de Pamplona". Temas Españoles Nº 205. Publicaciones Españolas. Madrid, 1955.
(12) La autora del texto, doña Dolores Baleztena, se refería a los jefes vandeanos Henri de La Rochejaquelein y François Athanase Charette de la Contrie.
(13) Jacques Cathelineau.
(14) Dolores Baleztena Ascárate. op., cit. pág. 16.
(15) No nos debe confundir el testimonio del periodista José Ortega Munilla -padre de José Ortega y Gasset- visitante del palacio en 1888, que en un artículo aparecido en el diario "El Imparcial"  -recogido por la publicación carlista "El Fuerista"- informa a sus lectores sobre varios aspectos y detalles descriptivos relativos al contenido de la egregia casa y de su morador, en el que hace mención expresa al "pedazo de la primera bandera blanca alzada en la Vendee" -copiamos a continuación un extracto de la crónica- y que no es otro que la bandera entera que aquí presentamos, que se encontraba doblada en su parte superior, confiriéndole aspecto de incompleta:
"[...] En el despacho hay en dos cuadros dos pedazos del cable que llevaba el globo Ville de Lyon, en que D. Carlos hizo dos ascensiones aerostáticas, que recuerda con gusto, relatando las impresiones de infinita novedad que experimentó al sentirse flotando por los aires.
De retratos hay una gran colección de retratos en todas las estancias de la casa. El de Aparisi Guijarro, que representa al ilustre político envuelto en una capa española, ocupa sitio preferente. También se ve en lugar de distinción el de Nocedal, pintado por Madrazo con pincel mojado en las tintas de Velázquez. Hay en otros sitios una copia del retrato de D. Carlos por Lonard y, retratos de los dos Dux de Loredan, de doña Blanca y doña Elvira, de la madre de don Carlos, y de D. Jaime, de Elío, de Carlos V y María Francisca, de Ollo y Zumalacárregui.
Pequeños lienzos de Esteban representan episodios de las batallas de Dicastillo y Lácar, Somorrostro y Montejurra. Mézclanse allí los recuerdos de familia y las memorias de la guerra, lo coleccionado por el tourista y lo heredado por el príncipe; al lado de un pedazo de la primera bandera blanca alzada en la Vendee está la plancha de plata grabada en Tarin para conmemorar la entrada de Carlos Alberto; junto á un cuadrito en que se conservan crines del caballo de batalla de Carlos I de España y V de Alemania, vése un armario en que pulula un enjambre de figuritas indias fakires en extasis, mercaderes y soldados; cerca de un mueble de tocador de María Francisca está la mesa de D. Carlos, llena de carpetas, retratitos de familia y timbres de ágata y esmeraldas. En un salón se vé la piel de un leopardo matado por don Carlos en la India, y en otra estancia se ven agrupados regalos hechos por principales personas de Chile y la República Argentina
[...]". 
"El Fuerista. Periódico Católico". San Sebastián, 24 de enero de 1888.
(16) Marie-Louise-Victorire de Donnissan, marquesa de La Rochejaquelein. "Memorias de la Marquesa de La Rochejaquelein. La Revolución Francesa y las Guerras de la Vendée". Editorial Actas. Madrid, 1995. Pág. 184.
(17) "Banderas", boletín de la Sociedad Española de Vexilología (SEV), Nº 38, correspondiente a marzo de 1991.

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