miércoles, 20 de marzo de 2013

Fotografías de Doña Margarita de Borbón-Parma


Han sido adquiridas en un anticuario de París por Iñigo Pérez de Rada, que las va a depositar en el Museo de Tabar (Navarra), dos interesantes fotografías de la Reina Doña Margarita de Borbón-Parma (1847-1893), primera esposa de S. M. Don Carlos VII.



Aparte de la intrínseca belleza de este primer retrato que tan fielmente refleja la honda psicología de Doña Margarita resaltaremos que fue tomado en 1875 en la ciudad francesa de Pau, donde la Señora permanecía en expectante espera el desarrollo de la Tercera Guerra Carlista que su marido el Rey protagonizaba en España al frente de sus leales tropas.
Añade aún más valor histórico a esta singular pieza el hecho que esté firmada por la retratada en la parte inferior "Margarita" en bella caligrafía y en el reverso dedicada "Para el Sr. Don Joaquín Laharren" escrito por la misma mano.
El reverso también incluye en estampado litográfico azul el nombre y señas del autor de la fotografía: "L. Subercaze / Artiste Peintre / 33, Rue Bayard / Haute Plante / Pau". Mide 10,5 x 6,5 cm.

 






La segunda instantánea muestra a una madura Doña Margarita. Creemos que pudo haber sido realizada hacia 1890 en Viareggio por un fotógrafo anónimo. Mide 14 x 8,5 cm.
Muy probablemente ambas imagenes serán reproducidas en el libro "Las Banderas del Palacio de Loredán. El legendario Museo que Carlos VII de Borbón formó en Venecia" que I. Pérez de Rada tiene en preparación.

martes, 19 de marzo de 2013

La Partida de Palillos y su Estandarte, 1833-1840

Por Iñigo Pérez de Rada



Estandarte de la Partida de Palillos
(Pinche sobre la imagen para ampliarla)

RESUMEN

Cuando Don Fernando VII fallece en 1833 deja una España dividida en dos amplias facciones, los defensores de su hermano el Infante Don Carlos María Isidro, partidarios de una patria católica, tradicional y foral, y los de su hija Doña Isabel, inclinados hacia una nación centralista que emprendiese un aperturismo político-económico conocido como “liberalismo” y que se estaba imponiendo en Europa. Esas dos formas antagónicas de entender la sociedad iban muy pronto a entrar en conflicto, que desembocaría en una virulenta y cruel guerra conocida como Primera Guerra Carlista (1833-1840).
Si bien el devenir, organización y acciones de los primeros, llamados “Carlistas”, ha sido pormenorizadamente estudiada en sus zonas de actuación del Norte –Navarra, Vascongadas, Cataluña y Maestrazgo- de alguna manera ha sido silenciada u olvidada su influencia en otras regiones de España donde tuvieron gran pujanza, como es el caso de Castilla la Nueva.
Y dentro del Carlismo manchego de la Primera Guerra, la Partida levantada por los hermanos Rugero, más conocidos por su alias de “Palillos”, destaca singularmente entre la pléyade de adalides de la Tradición y defensores de los derechos dinásticos de Don Carlos.
Con este trabajo queremos reivindicar la memoria de un grupo de patriotas que si bien fueron encasillados por la historiografía de los vencedores liberales como crueles y sanguinarios, no hicieron otra cosa que defender la Causa que creyeron más justa, siempre en desventaja. Muchos derramaron profusamente su sangre, arruinaron sus haciendas, tomaron el camino del exilio o murieron luchando por ello.

SUMMARY

When the King Fernando VII died in 1833, he left a broken Spain, divided into supporters of his brother Don Carlos –known as “Carlists”- and the ones who fought for the pretended rights of Isabel, daughter of the former. The two forces went into conflict breaking up into a cutthroat war which was called “First Carlist War” or “Seven Years War” (1833-1840).
Although it is today well known the History of that particular conflict in the North of Spain, regrettably remains gaps that are still not filled nowadays, particularly in the case of regions as Castilla la Nueva where Vicente Rugero and his brother Francisco –alias “Palillos”- raised an armed men party or guerrilla warfare made up by more than five hundred horsemen.
At the end of the war, the Carlists were defeated. Many of them lost their possessions or lives. Some had to go into exile, as the case of Vicente Rugero, who had lost in the way his own mother –an elderly woman of 81 who was executed by a liberal firing squad- his brother, a son and many other relatives.


LA "PARTIDA DE PALILLOS" Y SU ESTANDARTE

La "Partida de Palillos" fue la más destacada unidad de voluntarios a caballo de entre las que levantaron pendón en 1833 por la causa legitimista de Don Carlos V de Borbón en Castilla la Nueva.
Estaba dirigida por don Vicente Rugero y su hermano don Francisco, naturales de Almagro, quienes “habían pertenecido al ejército en clase de comandantes de caballería; pero clasificados como tenientes, se retiraron á su casa de Almagro. En 1833 conspiraron, como muchos descontentos, y reducidos a prisión se sustrajo de ella don Vicente y levantó una partida” (1) (2). Fueron mejor conocidos con el alias de “Palillos” (3), llegando a juntar para su Partida más de medio millar de hombres.
En cierta ocasión el conde de España, capitán general de Cataluña, leyendo que el periódico liberal “Eco del Comercio” llamaba “tigre” a Palillos, aquél exclamó sonriendo “Véase una usurpación, porque sólo soy yo el tigre legítimo” (4). La fama de Palillos fue tal que traspasó nuestras fronteras (5).
No fue la Partida de los hermanos Rugero un dechado de caballerosidad en lo que a forma de combatir se refiere, ya que lo hicieron despiadadamente (6), pero en su descargo hemos de observar que sus enemigos liberales los sobrepasaron siempre en crueldad -llegando al extremo de fusilar a su anciana madre de 81 años-, por lo que se vieron compelidos a batallar a sangre y fuego. Las partidas carlistas las integraban voluntarios, en su inmensa mayoría civiles, con escasa preparación militar, mientras que las fuerzas del Ejército regular estaban compuestas por hombres disciplinados y hábiles en el manejo de las armas. También los mandos castrenses gubernamentales a los que concretamente tuvo que enfrentarse Palillos fueron de naturaleza particularmente acerba: el coronel Flinter (7) -esclavista "de facto"-, el general Narváez -quien declaró en su lecho de muerte que no podía perdonar a sus enemigos "porque los había hecho fusilar a todos"-, el general Nogueras -responsable de pasar por las armas a la madre de Ramón Cabrera-, y el brigadier Balboa -el cual no dudó en llevar al patíbulo en Fuente el Fresno a un niño de cuatro años cuando dispuso que se diezmara por sorteo a los familiares de los carlistas, tocándole en suerte al infante su fatídico destino-. (8)

Lámina publicada en "Cabrera y su Ejército, Álbum de las Tropas Carlistas de Aragón", establecimiento tipográfico de Don Francisco de P. Mellado. Madrid, 1844. En ella se muestra el modo de vestir de los voluntarios carlistas manchegos que componían la Partida de Palillos

El prusiano Wilhem von Rahden -que se había presentado voluntario en las filas de Don Carlos- tuvo ocasión de ver a Rugero y hablar con él. Estas son sus impresiones y el relato que hace de su encuentro:
"Yo creí que encontraría en <<Palillos>> el arquetipo de la brutalidad y de la barbarie humana. Era un hombre de más de cincuenta años, curtido por el sol; su rostro, su porte y su vestimenta, recordando a los de un cosaco del Don; sus ojos negros, pequeños y amables; y con un rostro redondo de aspecto, en realidad, simple, aunque bonachón. Este mismo carácter mostraba también en su conversación, pues era muy modesto, abierto y, siasí pudiera decirse, honrado y afable. Lo encontré una tarde con Sanz. Nos contó en tono casual, sin que su rostro o sus manos manifestasen emoción alguna, cómo los cristins habían fusilado y estrangulado a todos sus familiares hasta el pariente más lejano, quemando y borrando de la faz de la tierra todas sus posesiones (él antes había sido muy rico).
-Treinta y nueve de mis familiares han dejado su sangre. El último fue una mujer en las últimas semanas de su embarazo, mi nieta. A ella la maltrataron hasta la muerte, arrancándole luego de su cuerpo el niño que aún no había nacido, y como todavía daba señales de vida, lo fusilaron. ¡Muera todo lo vivo! -concluyó con frialdad, tomando educadamente la boina roja y dejándonos a solas con los espantosos sentimientos que habían despertado en nosotros su relato". (9)
Pío Baroja, gran recopilador de datos relativos al carlismo, dejó consignados en una de sus novelas datos de gran interés referentes a la Partida y que a continuación transcribimos. “[…] Palillos ha sido muy famoso. […] Palillos padre, don Vicente Rugero, era un viejo muy ladino. Tenía una partida muy bien organizada y muy militar. Ya lo creo. Y no piense usted que era fácil entrar en ella […] Para entrar en la partida se necesitaban muchas condiciones. Había que tener menos de treinta años, ser fuerte, buen caballista, estar acostumbrado a la vida del campo y no tener parientes ni amigos entre los cristinos […] los jefes podían ser más viejos. Al que entraba en la partida se le hacían muchas preguntas, y luego se iba a comprobar lo que había dicho, y si algo no resultaba cierto, no se le admitía […] Todos íbamos igual. Se llevaba calañés alto, de pana o de terciopelo negro, adornado con algunas carreras de botones, medallas, cintas rizadas y un plumerito negro. La mayor parte usaba patillas. Se vestía marsellés corto, guarnecido de cinco botonaduras de monedas de plata, pesetas o reales columnarios. Algunos jefes lucían doblillas de oro, y en vez de calañés, boina blanca o sombrero redondo con funda de hule. Se gastaba calzón corto, de pana o terciopelo negro; ancha faja para el puñal y los cachorrillos; polainas de cuero y zapatos de una pieza. En el arzón del caballo se ponían las pistolas y el trabuco […] Cuando Palillos se proponía sacar contribuciones en una comarca, dividía su caballería en partida de treinta a cuarenta hombres; ocupaban todos los lugares en un espacio de seis a ocho leguas cuadradas. Cada paisano debía suministrar todo lo necesario para un jinete y un caballo. Los pueblos se veían obligados a entregar a Palillos la misma contribución que pagaban al Gobierno de la reina. Entrábamos nosotros en un lugar, y lo primero, para que nadie tocase a rebato y diera señal de alarma, nos apoderábamos de la torre de la iglesia y poníamos en el campanario un centinela. El centinela observaba cuanto pasaba a larga distancia, y si veía algo tocaba la campana, y, según las campanadas, nos entendíamos. Era como la línea del telégrafo de señales del Gobierno. Así, don Vicente Rugero sabía con rapidez si aparecía el enemigo y por dónde” (10).
Tuvo la Partida su bautismo de fuego el 15 de noviembre de 1833 en Alcolea, donde fue alcanzada y derrotada por los gubernamentales que mandaba el coronel Tomás Yarto, “guareciéndose sus restos en los montes, ese laberinto impenetrable, con mansiones subterráneas, con despejadas y naturales atalayas, donde puede acampar un batallón en el mismo terreno en que otro esté oculto con toda seguridad” (11).
Cuando no combatían, se dedicaban a interrumpir las comunicaciones y arruinar el tráfico, siempre bajo la atenta observancia del coronel Jorge Flinter, creado comandante general de la línea de La Mancha, quien no perdía ocasión para perseguirlos celosamente con el propósito de darles combate, y así el 28 de octubre de 1835 “es derrotado Palillos hacia Tomelloso con alguna pérdida, y el 4 de noviembre, contando ya este partidario, tan temible después, con unos cuatrocientos caballos, se vió acometido en Villanueva de la Fuente. Mas no da el rostro, sin embargo de su fuerza; perseguido, se bate en retirada en Genave, en Sierra de la Cumbre y en Rumblar, la parte más escabrosa de Sierra Morena y en Fuente del Fresno, siendo tan tenaz y decidida la persecución que corre veinte leguas, muriendo en ella veinticinco carlistas, y apoderándose los contrarios de bastantes caballos […] Bien pronto se indemnizaban aquellos partidarios, merced al brigandaje de su sistema y á la libertad que todos disfrutaban, de tales pérdidas, bastándoles á veces una excursión: así se ve á Palillos aumentando considerablemente los suyos é infundiendo el terror inseparable de sus punibles excesos” (12).
El 10 de diciembre Palillos junto a los hombres de Sánchez y los Cuestas presentan batalla en la llanura atacando a más de trescientos jinetes pertenecientes a las columnas isabelinas en las cercanías de Talarrubias, haciendo prisionero al jefe de estos últimos. “Este quebranto, primero de su clase, porque fue a campo abierto el choque, produjo un efecto terrible, porque demostraba que ya no podían ser insignificantes ni pequeños los combates con Palillos; que las facciones envalentonadas por su número y lo favorable del terreno, pues contaban para el llano con caballos escogidos, y con los montes impenetrables é inmensos de Toledo para la retirada, confiadas también en su espionaje, tomando audazmente la ofensiva; que casi todos los pueblos no bien guarnecidos quedaban á su disposición, y que podían ser aquellos el núcleo de un ejército el día que surgiese un hombre valiente, organizador y entendido á la vez” (13).
En febrero de 1837 se reunió un nutrido grupo de caballería perteneciente a la Partida en las cercanías de Granátula con el objeto de tomar el pueblo natal del general Espartero, siendo rechazados y sufriendo noventa muertos por las tropas del brigadier Mahy, quien hizo además fusilar con urgencia a seis prisioneros sobre el mismo escenario del combate. Posteriormente se decide atacar Bolaños, que sí caería rendida. En esta última población, Palillos "atacó a los nacionales de Bolaños, estrechándolos de tal manera, que conociendo ellos lo inútil de su resistencia rindieron las armas confiando en la jenerosidad (sic) de sus contrarios; pero Palillo, luego que los tuvo en su poder los sacrificó, vengando en ellos el revés que había sufrido en los campos de Granátula. Este acto de inhumanidad, del que también daban frecuentes ejemplos los del bando opuesto, fué causa de que Palillo no se apoderase de muchos pueblos, que se hubieran entregado facilmente, á no tener la misma suerte que los nacionales de Bolaños; por esa razón los nacionales se defendían desesperadamente y preferían morir con las armas en la mano, más bien que entregarse á merced de sus enemigos" (14). Serían un total de 25 los milicianos nacionales fusilados por Palillos en Bolaños, incendiando los días siguientes el pueblo de Brazatortas y continuando hacia Torremilanos donde venció a las fuerzas del capitán Estela, pasando por las armas 20 prisioneros (15).
Los manchegos sostuvieron a principios de julio de 1837 un combate en Venta de Cárdenas contra la Infantería liberal que se saldó dejando más de treinta cadáveres de estos últimos sobre el campo de batalla.
Al frente de 700 hombres se presentó los primeros días de septiembre en Puerto Lápice con el propósito de apoderarse de la población, pero al no conseguirlo dada la resistencia que puso su guarnición, que resistió los embates de los carlistas con determinación y firmeza, Palillos ordenó prender fuego a las casas y edificaciones que se hallaban extramuros del pueblo, al tiempo que enviaba un conminatorio mensaje dirigido al "Sr. Comandante de las fuerzas rebeldes" con el objeto de lograr su rendición: "Comandante General de la Mancha. Viva Carlos V. Si en el preciso término de una hora no se entrega á discreción la fuerza rebelde que se halla situada en la casa del fuerte, serán pasadas por las armas, y se procederá al incendio y asalto de él; más si oyen mi humana amonestación se les garantizará sus personas y bienes. Cuartel General de Puerto Lapice, septiembre 5 de 1837-. El Brigadier Comandante General Palillos". La airada respuesta que obtuvo de los sitiados fue la siguiente, siendo esta vez el destinatario el "Sr. General de ladrones y asesinos": "Comandancia de los fuertes de Puerto Lapiche. = No se entregarán estos fuertes en ningún concepto, y antes preferiran perecer entre sus ruinas que sucumbir á manos de tan vil canalla de ladrones y asesinos. Viva Isabel II. Viva la Constitución. Viva la Reina Gobernadora. Puerto Lapiche 5 de septiembre de 1837" (16). Palillos, viendo lo obstinado de la defensa ordenó abandonar la plaza.
Mientras tanto, el 12 de septiembre, la Expedición Real logra llegar hasta las mismas tapias del Retiro madrileño, ocasión única que hubiese acaso decidido el triunfo definitivo de las armas carlistas si Don Carlos hubiera seguido el consejo del general Cabrera de penetrar ese día en la capital de España. El Rey no dio la oportuna orden, por lo que las tropas carlistas se retiraron de las inmediaciones de la Villa y Corte. Días después, algunos partidarios carlistas, conscientes de la magnífica ocasión desaprovechada, aún creyeron posible repetirla, como el caso del coronel de Ingenieros Von Rahden quien consideró además imprescindible para tal fin la fuerza de Palillos, que actuaría como barrera de contención al sur de Madrid: "Palillos podía mantener la alarma a las puertas de Madrid mientras nos poníamos de acuerdo con Zaratiegui [que después del fiasco se había retirado hacia el norte atravesando el Guadarrama] para una acción combinada" (17).
En Venta Quesada, localidad próxima a Manzanares, el 11 de noviembre asaltan el Correo cargado de correspondencia para La Mancha y Andalucía, logrando interrumpir de este modo las comunicaciones postales de esas provincias con Madrid.
El líder almagreño había conseguido por esta época reunir bajo su mando una enardecida masa de fogeados voluntarios y destacable poder económico, que parece ser se reservaba para sí mismo sin compartirlo con sus correligionarios, lo que provocó quejas por parte de algunos otros jefes de partidas carlistas; el general Ramón Cabrera, amparándose en este último pretexto decidió de algún modo limitar su poder: "el 1 de diciembre de 1837, le era quitado el mando de las partidas al "tigre" Juan Vicente Rugeros (a) "Palillos" en su cuartel general del Espíritu Santo de Villarrubia. Posteriormente, el día 3, la noticia le era confirmada por el general Cabrera [...] Las desavenencias surgidas provenían de que algunos cabecillas carlistas, entre ellos Riego, "le habían reclamado algunos maravedises y subsistencia, á lo que Palillos contestó que le era imposible suministrar a tantos, por lo que les aconsejó que se distribuyesen en pequeños grupos y se proveyéran de lo necesario como pudieran" (18).
Partió de Los Arcos, Navarra, el 28 de diciembre de 1837, una expedición comandada por el general don Basilio Antonio García y Velasco quien al frente de unos dos mil hombres encuadrados en cuatro batallones y dos escuadrones pretendía “organizar la guerra en La Mancha y restantes regiones de la España central, para lo que debía contar con el apoyo de una división de Cabrera, a quien se le habían dado instrucciones en ese sentido” (19). Tuvo que desistir García de su plan de contactar con Cabrera debido al acoso al que se veía sometido por los cristinos, dirigiéndose directamente a tierras manchegas donde sumó a sus efectivos las fuerzas de Palillos. “Jara [José Jara, cabecilla carlista] y Palillos, enfrascados en antiguas rencillas, trataban de manejar al general [García] según sus designios. Finalmente se impuso el primero, y Palillos, varias veces postergado, se separó completamente de la expedición” (20).
Antes de renunciar a la expedición participaron los de la Partida, a las órdenes del general, en varios hechos de armas notables entre los que destacan el ataque con éxito a un convoy liberal compuesto por varios carros que desde Ruidera transportaba pólvora -"la escolta del convoy se refugió en una casa y envió un emisario para decir que se rendirían a los navarros y no a los carlistas manchegos, pero el mismo Palillos les dio palabra de cuartel y les trató como a compañeros, rectificando así conductas anteriores" (21)- o el apoyo prestado por los jinetes de la Partida a los hombres del coronel Tallada que se retiraban de Baeza el 5 de febrero de 1838, perseguidos por el general Sanz, quien había tomado el mando de la división Ulibarri, que desde Navarra venía persiguiendo a la expedición de García. También cabe destacar en esta etapa la sonada actuación de las tropas de Don Basilio en Calzada de Calatrava, donde sus subordinados quemaron una iglesia en la que se habían refugiado aquellos liberales que negaron su rendición -entre los que parece ser se encontraban mujeres y niños-, y el descalabro sufrido en Valdepeñas por los voluntarios carlistas, que perdieron a cuarenta de sus oficiales; tras este revés los adversarios cristinos se vengaron ensañándose particularmente en aquellos hombres que pertenecían a la Partida por haberlos hecho responsables de la barbarie ocurrida en Calzada.
Una vez desvinculados los Rugero de la expedición del general García emprenden con nuevos bríos acciones guerrilleras, siendo la más importante el ataque perpetrado sobre Ciudad Real en mayo de 1838, donde logran arrebatar un cañón al enemigo: “al amanecer del [día] 28, los disparos sobre la puerta de Santa María anunciaron su empeño de penetrar en la ciudad. Acudieron veloces y valientes varios nacionales [miembros de la Milicia Nacional] y paisanos á reforzar la poca tropa que custodiaba aquel punto, y á los pocos momentos, los carlistas convencidos de la inutilidad de sus esfuerzos, se retiraban de la muralla, donde perdieron la vida algunos trabajadores que trajeron para abrir la brecha. A esto debieron limitarse las disposiciones de la autoridad militar que desempeñaba entonces don Luis Suero, comandante del batallón franco de la Patria, que dio enseguida ocasión á Palillos para que hiciera una horrible carnicería. Retirábase hácia el camino de Miguelturra, cuando el comandante Suero envió en su persecución una de las dos piezas de á cuatro que había en la capital, escoltada apenas por unos ochenta hombres, entre ellos varios nacionales. Llegó el cañón hasta la mitad del camino de Miguelturra, rodeado de tan heterogéneo refuerzo, y al primer disparo hecho sobre los carlistas, sucedió lo que era fácil haber previsto. Aguerrida y audaz la caballería de Palillos dio una vigorosa carga á las fuerzas contrarias, y aquella escolta falta de unidad, sin jefes propios, y aturdida con tan impetuoso é inesperado ataque, cedió un momento al espanto y fue perdida. En vano el desgraciado y bizarro teniente de Castilla, Lahera, quiso infundir su valor á los fugitivos; empezó la fuga y allí encontraron una honrosa muerte, no solo aquel valiente patriota, sino muchos otros que, decididos á vender cara su vida, hicieron frente al enemigo.
Muchos fueron acuchillados en el acto, y otros entre los que se encontraba el valiente joven don Antonio Puebla, hijo de un comerciante de la ciudad, fueron fusilados incontinenti, aunque pidió Puebla su rescate á peso de plata.
Palillos, después de haber sembrado el campo de cadáveres de aquellos desgraciados, y perseguido hasta las puertas de la ciudad á los pocos voluntarios nacionales que salieron á reforzar á sus compañeros de armas, tomó la dirección de Miguelturra, llevándose con el mayor entusiasmo el cañón, cuya inoportuna salida tantas desgracias había causado, y que por ser arma inútil para aquellos carlistas [que eran de caballería y una pieza de artillería les servía de estorbo], fue enterrado, hasta que le sacaron en Agosto siguiente las tropas de Narvaez.
Este desgraciado acontecimiento abatió, más de lo que estaba, el espíritu público liberal, y alentó el carlista; y sin la pronta llegada de las tropas que componían el ejército de reserva, los defensores de don Carlos hubieran dominado completamente el país, en el que tenían adeptos, por más que se hiciera creer lo contrario en Madrid […] Casi al mismo tiempo que Palillos sitiaba a Ciudad-Real, invadía Archidona, con ciento veinte caballos, los pueblos de las inmediaciones de Roda, robando y asaltando en los caminos las diligencias y fusilando á los nacionales que las escoltaban” (22).
El general Ramón María Narváez fue enviado a pacificar Castilla la Nueva -mientras Espartero operaba en el Norte-, con el objeto de aplastar a los carlistas de esta provincia. El “espadón de Loja” emprende una persecución implacable sobre los voluntarios de Don Carlos al mando de una considerable fuerza consistente “en un cuerpo de reserva en la provincia de Jaén, cuya base serían los batallones de la Milicia Nacional movilizados en las capitanías generales de Granada y Andalucía, y los cuerpos francos estacionados en las mismas que no fueran absolutamente indispensables para otros menesteres. Los quintos que aún quedaran en los depósitos, y los desertores aprehendidos, constituirían batallones provisionales, a los que se dotaría de los cuadros necesarios, completándose esta fuerza con el cuadro del batallón de marina de San Fernando. Estas tropas, puestas a las órdenes del brigadier Narváez, debían acabar con las facciones de Castilla la Nueva, y el 30 de octubre [de 1837] recibían una nueva organización, pues se incorporaban a las mismas los regimientos provinciales de Murcia, Sevilla, Ronda y Santiago, así como el tercer batallón de la brigada de artillería nacional de marina, los cuadros de seis batallones regulares, los cuartos escuadrones de la guardia real de caballería, y un par de baterías. Dotado de la correspondiente plana mayor, este ejército se subdividiría en 4 brigadas, 3 de infantería y una de caballería, cuyo jefe estaría a las inmediatas órdenes del gobierno. A principios de junio de 1838 comenzaron a llegar a La Mancha las primeras unidades, haciendo Narváez su entrada en Ciudad Real el día 13” (23).
El Ejército de Reserva de Narváez comenzó a operar a mediados de junio de 1838. Palillos atacó en Ballesteros, con ciento cincuenta de sus jinetes a la retaguardia de la segunda brigada de la división, siendo finalmente rechazado por el escuadrón de coraceros leales a Isabel. El día 29 cabalgó hasta Torrenueva, donde “quemó las eras y asesinó y cometió horrorosos excesos, ya que, gracias á la resistencia de los nacionales, no pudo enseñorearse del pueblo” (24).
Debido al implacable hostigamiento que las fuerzas liberales ejercían sobre las partidas carlistas en Castilla la Nueva y derrotados, huidos, presos o muertos muchos de sus jefes (25) -entre ellos Francisco Rugero, que fue fusilado por orden de Narváez (26) en Almagro el 27 de agosto de 1838 a la edad de 50 años (27)-, la de Palillos se vio incrementada por los hombres dispersos que permanecían fieles a la causa carlista, escogiéndose los montes de Toledo como seguro refugio y tomando los pueblos cercanos como teatro de operaciones. Mientras tanto, Narváez recibe su nuevo nombramiento como capitán general de Castilla la Vieja (28), pero antes de abandonar su puesto a su sucesor el general Agustín Nogueras (29), resuelto a terminar con los carlistas en su jurisdicción militar declara un amplio “indulto á todos los carlistas y sus jefes que se presentasen, siempre que no tuviesen crímenes imperdonables” (30) (31).
A indulto se acogieron numerosos combatientes ya por cansancio, ya por no ver futuro en la causa que defendían, pero Palillos permaneció inquebrantable en su ideal en medio de un verdadero río de desafección y apostasía legitimista, enarbolando su rojo estandarte y así el 12 de noviembre, al mando de 200 jinetes, logró plantarlo en Ballesteros y dos días después en Fernán Caballero. Fue por estas fechas cuando los de la partida capturaron a un yerno del duque de Frías, ministro de Estado, pidiendo la importante cantidad de diez mil duros a cambio de su rescate (32).
Aunque la espada del cabecilla Rugero seguía alzada imperturbable a los adversos acontecimientos alrededor suyo, los mandos liberales ya seguros en su cercano triunfo escribían: “tenemos cogidos y presentados a más de mil facciosos. “Palillos” y su hijo errante por los montes, cogido su secretario que era su entendimiento, y no hay día que no se presenten lo menos 20 para arriba, que no se cojan 8 o 10 y tarde en que no se fusilen” (33).
Por ser ahora prácticamente la única partida leal a Don Carlos aún activa en La Mancha, el jefe carlista establece un concierto con las partidas aragonesas para prestarse ayudas mutuas de socorro y ataque. En una de estas incursiones a Aragón el 28 de noviembre, diecisiete jinetes fueron muertos entre las localidades de Perdernoso y Provencio. A mediados de diciembre el hijo de Palillos junto a cien hombres “al atravesar la provincia de Cuenca, acampó en un monte entre Enguidanos y Paracuellos; atacado por los granaderos á caballo de la Guardia real que mandaba el teniente Pozas, dejaron en poder de estos, caballos y efectos” (34) (35).
Los de Palillos ya sin su estandarte (36), aunque pudieron haber tenido otros, “atravesaron las sierras del Burgo y de Guadarrama, y los ríos Tajo, el Tietar y el Alberche, dejando la desolación en pos de su extensa huella. Para atajarles en aquellas terribles y rápidas correrías mandó nuevamente el capitán general de Castilla la Nueva inutilizar las barcas del Tajo; entreteniéndose en tanto Palillos en apoderarse de algunos destacamentos liberales, y desarmar a los que defendían los pueblos de Quijozna, Perales, el Viso de Illescas y otros inmediatos a la corte” (37). El 31 de diciembre atacaron Madrigalejo con 200 jinetes pero "16 hombres de su valiente milicia nacional, no solo resistieron á aquellos, sino que impidieron al enemigo el que pudiese dominar mas de la tercera parte del pueblo, el cuál se vengó incendiando 26 casas y saqueando otras en las que pudo entrar" (38).
El 8 de febrero de 1839 fueron atacados en Almonacid de Zorita por el teniente liberal Urrea Portillo, causándoles gran quebranto y dejando veinticinco muertos carlistas entre los que se encontraba el hijo (39) mayor de Palillos, Zacarías Rugero "después de una larga y constante persecución logró darle alcance con 32 caballos en el pueblo de Almonacid de Zorita, siendo el resultado quedar muertos en el campo el mencionado Zacarías y 24 mas de los suyos, entre ellos algunos oficiales, quedando en poder de los vencedores 12 prisioneros, todos heridos, entre los que se contaba, y lo estaba mortalmente, el famoso cura de Malagón" (40).
Con el objeto de satisfacer su sed de venganza, Rugero, en los albores del día 25 de febrero, envía 180 jinetes mandados por Rito Flores a Orgaz, causando una verdadera sangría entre la población y los milicianos nacionales destacados en la villa, a cuyo frente estaba el capitán Ramón Perea. La historiografía liberal asegura que fueron un total de cuarenta y siete personas, civiles y militares -entre los que se encontraban veintitrés milicianos que fueron pasados a chuchillo-, las que murieron a manos de los voluntarios de la Partida, once individuos fueron retenidos y conducidos a Porzuna a cambio de canjes, y hasta una mujer, dijeron, fue violada. “A una honrada mujer, cuyo nombre no hace al caso, la violaron de la manera más horrible que imaginarse puede. Mientras cuatro la sujetaban, los demás, que eran en gran número, satisfacían su brutal apetito, dejándola exánime” (41).
Enterado y alarmado Don Carlos por estos excesos y deseando imponer el orden entre sus partidarios comisionó al general Cabrera acudir él mismo u otro de su confianza a esta región para organizarla. “Cabrera recibió en tanto una órden de don Carlos, en la que participándole el estado de desorganización en que se hallaban las fuerzas de la Mancha, le prevenía, por estar más en contacto con este país, que destinara un jefe de celo é instrucción que usando de política granjease los ánimos de los de aquellas partidas, las organizara é introdujera en ellas la disciplina.
Para darla cumplimiento hizo él mismo una atrevida excursión á estas provincias, consiguiendo su sagacidad que Amor [Bartolomé Amor, que interinamente sustituía al general Nogueras] no la evitara, á cuyo efecto hizo correr la voz de que iba á atacar de nuevo Villafamés, Caspe y Alcañiz: movió los aprestos de sitio, mandó recomponer los caminos, y mientras los liberales estaban á la expectativa, adelantó Cabrera dos jornadas. Cuando se reunían fuerzas para batirle, regresaba á Aragón con el botín cogido en Castilla” (42).
La llegada a tierras manchegas del general liberal don Trinidad Balboa supuso un nuevo hito de brutalidad, instaurando entre la población un auténtico régimen de terror, represión y guerra sin cuartel a todo lo que pudiera estar relacionado con el carlismo “publicando en su consecuencia el 25 de Agosto un bando riguroso, y por sus efectos horrible, inhumano que llevó al patíbulo inocentes víctimas, mujeres embarazadas, niños hasta de cuatro años; y tales horrores permitió impasible, que se resisten á la narración. Origen fue de terribles acontecimientos harto ruidosos, y bien amargos después para el mismo Balboa, á quién se formó, y á otros jefes, las causas que obran en el Archivo del Tribunal de Guerra y Marina" (43) (44).
A tal extremo de persecución se vieron sometidos Rugero y sus hombres por sus siempre arriesgadas acciones guerrilleras que los mandos liberales, frustrados en sus vanos intentos de apresarlo aún pese a tener la contienda decidida a su favor, se ensañaron con su anciana madre quienes la emplearon como víctima propiciatoria (45). Máximo García López (46) escribe: “El 11 de octubre del año 1839, en ese mismo sitio -inmediaciones de la puerta de Granada, en Ciudad Real- fue decapitada la inocente y anciana madre de "Palillos", a la edad de ochenta y un años, siendo tan heroica y edificante su apostura en el momento de ser fusilada que conmovió fuertemente a los espectadores y las últimas palabras que salieron de sus labios fueron para pedir al Redentor por sus verdugos». También fueron corrientes las represalias tomadas contra carlistas que pese a haber depuesto voluntariamente las armas se habían acogido a indulto, que no fue respetado, siendo fusilados sumarísimamente prescindiendo de cualquier fórmula legal “dando así comienzo a un régimen de terror, tanto contra los guerrilleros como contra sus posibles colaboradores, que sirvió para que buena parte de los carlistas se dispersaran” (47).
Lo cierto es que el hartazgo de tantos años de guerra sumado a la feroz amén de eficaz persecución del general Balboa y al convenio de Vergara (48) hizo notable mella en el ánimo y resistencia de los carlistas manchegos, inclusive en su “núcleo duro” representado por la Partida de Palillos “antes de finalizar Octubre se habían presentado unos setecientos hombres solamente en la provincia de Ciudad Real” (49).
Balboa, a comienzos de noviembre de 1839, emite una alocución (50) en la que relaja sus medidas represivas al considerar que los "facciosos" habían sido finalmente sometidos:
"Comandancia general de las provincias de Ciudad Real y Toledo.- Manchegos y toledanos: cuando cesan las causas tienen que desaparecer los efectos. Bajo de este principio y estando ya pulverizada la facción del ladrón y asesino Palillos, y éste huyendo espantado de estas provincias, os levanto la prohibición que os impuse en mi bando de 25 de Agosto último de no poder pasar a los montes que en él se expresaban, pues que mi fin era quitarle los inmensos recursos y auxilios que recibía de sus paniaguados.- Ansiaba con todo mi corazón que llegase este venturoso día para que pudieseis atender libremente a vuestras comunes necesidades y cuidar de vuestros respectivos intereses, que era el blanco de mi deber y de mi deseo: felizmente lo he conseguido.- Lo que os prevengo, y de su cumplimiento encargo bajo su responsabilidad a las autoridades civiles y militares, es que ninguno pueda transitar fuera de una legua de su pueblo sin llevar un pase que el punto donde se dirige, expresando la condición del viajero y el motivo de su salida, conminando al que faltare, al pago de diez ducados de multa, y si por ser pobre no pudiese, a un mes de prisión, y además a ser castigado según la parte de culpa que le resultare. Igualmente prohíbo que cualquier forastero pernocte en los pueblos, sin que el vecino que los reciba en su casa dé con anticipación parte de su llegada a la autoridad competente; y al que faltare se le pondrá en prisión, quedando a las resultas del delito que aparecer pueda en el culpado.- Estas restricciones son en beneficio de los vecinos honrados y de todo hombre de bien, que no tiene la penosa necesidad de ocultar su cara y persona a sus semejantes; solo el malvado, el delincuente no más es el que procura sustraerse de esta justa y de ningún modo gravosa providencia.- Hágase publicar y pregonar para inteligencia de todos."
Balboa formó una partida de “Seguridad Pública” integrada por excarlistas acogidos a indulto, cuya misión era la de combatir a sus antiguos compañeros de armas. El día 10 de noviembre se levanta el estado de sitio en las Provincias de Toledo y Ciudad Real, a excepción de algunos enclaves, y al día siguiente se emite otra alocución autocomplaciente “diciendo lo que [Balboa] había hecho y los buenos resultados que había obtenido” (51).
Terminada la Primera Guerra Carlista tras el abrazo de Vergara, una facción de la Partida continuó la práctica de operaciones guerrilleras al mando de Rito Flores, condenados a vagar por entre los montes y siendo perseguidos como a bandoleros. Don Vicente Rugero tomó el camino de la emigración (52) a Francia para así evitar caer en poder de las fuerzas liberales que inexorablemente lo hubiesen hecho fusilar. En Lyon se daba la noticia de que varios coroneles, un brigadier y el "mariscal de campo D. Vicente Rugeros más conocido bajo el nombre de Palillos, ex-comandante general de la provincia de la Mancha, los cuales van destinados al depósito de Bourges" (53).
Fue cogido este estandarte por los liberales a finales de 1838, remitido al Museo de Inválidos de Atocha por el Capitán General de Castilla la Nueva, ingresando en ese lugar el 16 de enero de 1839 (54).
El estandarte es de seda carmesí, terminado en dos farpas cuyas puntas y vértice se han adornado con borlas doradas sumando tres, del mismo color gualdo que los flecos que la engalanan. Su anverso presenta bordado en oro, formando un rectángulo, el lema que rodeaba una imagen, hoy desaparecida (55), de la Virgen de los Dolores (Generalísima de los Reales Ejércitos de Don Carlos), que reza: “A D CARLOS V. DEFENSOR DE LA RELIJION Y LA LEJITIMIDAD”, bajo el cual se encuentre las siglas invertidas “A.L.V.D.L.M.” significando "A Los Voluntarios De La Mancha", todo bajo corona Real. Completa la pieza una borla de hilo de oro para sujetarse a la vaina por medio de un cordón del mismo material. Mide 82 x 80 cm. Acompaña a la enseña una tarjeta del antiguo Museo de Recuerdos Históricos de Pamplona con el siguiente texto manuscrito: “Bandera de Carlos V. "Defensa de la Religión y de la Legitimidad" 1834” (56).


NOTAS

(1) Antonio Pirala Criado. “Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y Carlista”. 3ª edición corregida y aumentada con la historia de la Regencia de Espartero. Ed. Felipe González Rojas. Madrid, 1889-1891. Tomo 1, pág. 206. También menciona A. Pirala, op. cit; tomo 3, pág. 289 a un “Zacarías Rujero”, tratándose de un hijo de Vicente, que resultó muerto en febrero de 1839.
(2) Don Vicente Rugero había previamente conspirado y levantado a favor de los realistas durante el Trienio Constitucional (1820-1823), sufriendo reclusión por ello en la prisión de Almagro.
En 1823 combatió a los constitucionales en diversas acciones de guerra por lo que fue recompensado con el "Escudo de Distinción de Fidelidad Militar" y la "Flor de Lis": "la del 15 de mayo de 1823 en la garganta del Moral; la del 19 del mismo mes en la toma de Toledo; en la del 7 de junio, defendiendo Almagro contra los liberales revolucionarios mandados por el brigadier Plasencia; en la del 29 del mismo mes en la acción de Saceruela contra los nacionales del partido de Toledo; en las del 28, 29 y 30 de julio en la defensa de la villa de Infantes contra la columna mandada por "el traidor chaleco"; el 14 de agosto en las inmediaciones del río Mundo, donde logró batir y destrozar la división mandada por Diego Aguirre; el 20 del mismo mes en la de El Bonillo, donde fue batida y prisionera la columna de nacionales de caballería mandada por Téllez. También se halló en la peligrosa retirada de Extremadura; igualmente, en la expedición que hizo la división en septiembre sobre el puente de Almaraz bajo las órdenes del general Vicente Quesada". Manuela Asensio Rubio: "El Carlismo en Castilla-La Mancha (1833-1875)", pág. 81.
También en 1826 estuvo implicado en la sublevación protagonizada por el mariscal ultrarrealista Jorge Bessières, aunque finalmente resultó exonerado.
(3) También conocidos como los "Rugeros" o “Rujeros".
(4) A. Pirala, op. cit; tomo 3, pág. 15.
(5) George Borrow en su obra “The Bible in Spain” (1842), lo cita recurrentemente y en términos oprobiosos; valga esta muestra: “The one I liked least of all was one Palillos, who is a gloomy savage ruffian whom I knew when he was a postillion. Many is the time that he has been at my house of old; he is now captain of the Manchegan thieves, for though he calls himself a royalist, he is neither more nor less than a thief: it is a disgrace to the cause that such as he should be permitted to mix with honourable and brave men; I hate that fellow, Don Jorge: it is owing to him that I have so few customers. Travellers are, at present, afraid to pass through La Mancha, lest they fall into his hands. I wish he were hanged, Don Jorge, and whether by Christinos or Royalists, I care not". "The Bible in Spain; or the Journeys, Adventures, and Imprisonments of an Englishman in an Attempt to Circulate the Scriptures in the Peninsula". 3 tomos. 3ª edición. London: John Murray, Albemarle Street. 1843. Tomo 1º. Págs. 339-340.
Otro visitante foráneo a la España de la época, esta vez francés, Teofilo Gautier, también queda impresionado por lo que en Madrid se cuenta de Palillos: "Balmaseda, Cabrera, Palillos y otros cabecillas más o menos célebres se hallan constantemente sobre el tapete. Se dice de ellos cosas que estremecen, crueldades tan terribles que hoy no pueden considerarse ni siquiera aceptables por los caribes o los cherokas". "Viaje por España". Ed. Mediterráneo, S.A. Madrid, 1944. Pág. 86.
(6) Por su interés reproducimos el comentario que el historiador liberal D. Antonio Pirala dedica a las partidas legitimistas de Castilla la Nueva, indudablemente redactados desde la íntima aversión que el narrador sentía por el combate de partidas –herederas en el arte de guerrear de los guerrilleros que combatieron a los franceses durante la Guerra de la Independencia dos décadas antes- y que han condicionado adversamente el posterior juicio historiográfico sobre estos voluntarios carlistas, op. cit; tomo 2, pág. 146. “La guerra continuaba en Castilla con el mayor desorden, y el país se veía asolado, por las numerosas partidas que vagaban indistintamente por montes y llanos. Sus operaciones se reducían á invadir y sorprender pueblos pequeños, hacer exorbitantes exacciones de todo género, y evadir, eso sí, el encuentro de las columnas destinadas á su persecución. Aumentaban su gente con desertores, quintos, criminales y jornaleros desocupados, y el que tenía algún dinero ó mostraba más osadía, se erigía en jefe de un pelotón de hombres que, por temor al castigo y vivir más a sus anchas, se titulaban carlistas.
El perdido, el desesperado, el que había satisfecho ó deseaba satisfacer una venganza, el perseguido por la justicia, todos estos corrían á engrosar estas partidas independientes a toda autoridad, que lo mismo defendían á Carlos que lo hubieran hecho a Isabel, si en esta causa no se hubieran de someter á la disciplina y pudieran tratar á los pueblos invadidos como á país conquistado.
Así se comprende aquella multitud de partidarios, sin que la muerte de unos, arredre á otros á llenar el vacío que dejaban. Peco, Doroteo, Jara, La Diosa, Revenga, Paulino, Zamarra, Chaleco, el Rubio, el presentado, Tercero, Cipriano, Corulo, Herencia, Palillos, Orejita, Parra, el Arcipreste, el Apañaso, Matalahuga, Escarpizo, Sánchez, Blas Romo y otros no menos dignos, casi todos los alias, cuyos motes eran su mejor apología, sostenían la guerra, si tal puede llamarse el sistema de feroz vandalismo y depredaciones con aquel aluvión de partidas, asolaban cual verdaderas plagas los territorios donde caían. Bermudez, y algunos otros partidarios decentes obraban de distinto modo.
Argués, Cuero, Algodor, Villamudas, Puebla Nueva y otros pueblos, son elocuentes testigos de los crímenes atroces de aquellos bandoleros, terror del pacífico habitante, del infeliz arriero, á quienes retenían, como á los viajeros y ganados, y cuanto caía en sus garras, hasta recibir el precio escandaloso á que ponían la vida y libertad de sus presas, maltratando á los retenidos, y asesinando á muchos lentamente, aun después de recibir su rescate. Bloqueados los pueblos, nadie se atrevía a salir, ni salían las yuntas, ni los ganados, ni continuó el tráfico, y arruinados en su aislamiento, era horrible su desesperación.
Desastres sin cuento en la carretera de Andalucía y Valencia, obligaron, á fin de reanudar el interrumpido tránsito, á darle una forma especial haciéndole periódico para poder protegerle. Eran tantos los bandidos y tan desalmados, que los convoyes exigían fuerzas considerables. Fuera del momento de su tránsito, nadie se atrevía á pasar la primera de las comunicaciones. ¡Desgraciado del que lo hacía! Y ni fueron respetados los convoyes, ya que por el aliciente que ofrecían a los malvados, ya por la extensa línea, que presentaban á sus rápidas correrías.
Tan pronto estaban en Despeñaperros, como en Aranjuez, donde robaron en una ocasión la mayor parte de la real yeguada.
La persecución de tantas y tan bien montadas partidas, era imposible con el escaso número de tropas de que podía disponer el gobierno, y con el auxilio que les ofrecían los celebrados montes de Toledo. Por esto la mayor parte de los pueblos, sin elementos para defenderse, y no conformándose, aleccionados por la triste suerte de otros, con el papel de víctima, transigían con los carlistas y les servían, en cambio de su seguridad”.
Aún peor si cabe es el juicio sobre estas partidas carlistas emitido por carta al Rey del general carlista Don Basilio García, bajo cuyas órdenes participó Palillos en su expedición: “Las tropas de Aragón, cobardes e insubordinadas, huyen a la vista del enemigo, atropellan y roban cuanto encuentran. Las fuerzas de la Mancha son aún peores, sus jefes, oficiales y soldados, no son más que unos facinerosos….Prefiero la muerte a tener a mis órdenes semejantes forajidos que no conocen religión ni rey; son ladrones y nada más”. La opinión de Pirala con respecto a don Basilio también deja mucho que desear: “Mas para desgracia de los carlistas, allí [en el campo carlista], como en los demás partidos, prevalecían las opiniones más halagüeñamente presentadas; lucíase el más lenguaraz y petulante, el que más blasonaba de entendido y el que prometía ventajas y hazañas, que era incapaz de conseguir. No importaba que los antecedentes y los hechos desmintiesen las falsas promesas; hubiera en el cuartel real quien apoyase las baladronadas, y esto era bastante. Parecía, pues, que desde el fallecimiento de Zumalacarregui, los hombres que él había despreciado más, eran los más aptos y que á ellos se confiaba la salvación de la causa. Don Basilio Antonio García, á quien sus hechos habían desprestigiado, que tenía fama de audáz en la intriga, de tímido al frente del enemigo, de educación tosca, lenguaraz, estimaba en poco á toda persona de educación y no tenía reparo en ajar públicamente á los que sabía no podían contestarle” (A. Pirala, op. cit; tomo 2, pág. 954).
Tan negativo juicio ha de ser forzosamente contrastados con otras fuentes, y así Von Goeben narra: “Estas partidas fueron acusadas por unos y otros de procedimientos poco humanos e impropios de su calificación de carlistas, porque sacrificaban sin miramientos a los enemigos que caían en sus manos. Pero en ello hacían bien. ¿Cómo podían proceder de otra manera aquellos hombres que, porque eran los más débiles, habían sido excluidos por los adversarios de los beneficios de todo Tratado [convenios Elliot y el de Segura], que veían matar, arrasar, aniquilar todo cuanto les pertenecía y les era allegado? He referido antes con que crueldad intentaron aplastar los cristinos el levantamiento en estas provincias; después de hechos tan horrorosos no podían esperar indulgencia jamás. No, cuando aquellos hombres de las partidas, que habían sido arrastrados a la desesperación, se vengaban de los liberales pasándolos a sangre y fuego, los trataban con toda justicia y cumplían su deber; pues en tal sazón la indulgencia y el perdón se hubieran convertido en despreciable debilidad, que habría llevado consigo inevitable ruina.
Pero se deshonraron a sí mismos al extender su furia vengativa fuera de los infames que la habían provocado. Los carlistas, esto es, los hombres que luchaban honrosamente en los ejércitos regulares por el sostenimiento de los derechos de su Rey, no querían, naturalmente, conceder ese título a aquellas cuadrillas de la Mancha”.
Más ecuánime a la hora de juzgar a Palillos nos parece la opinión de Alfonso Bullón de Mendoza quien en su “La Primera Guerra Carlista”, pág. 448, desmonta la extendida opinión que Palillos eran meros bandidos: “En opinión de Asensio Rubio [María Manuela Asensio Rubio, “El carlismo en la provincia de Ciudad Real 1833-1876”, Diputación Provincial de Ciudad Real, 1987], el carlismo en La Mancha cuenta con el apoyo de un sector mayoritario de la población en el cual encontramos a miembros del poder civil (jueces y alcaldes), al clero secular y regular, que se levanta desde un primer momento tomando parte en las partidas y una amplia base popular integrada por las clases sociales menos favorecidas, destacando la presencia de "campesinos, carpinteros, herreros, arrieros, carreteros, sastres; y con gran frecuencia también bandoleros y asaltadores, de entre los cuales adquirieron gran notoriedad en la época los llamados "Orejita" o los hermanos "Palillos". Sin embargo, y aún prescindiendo de la consideración de bandoleros que se da a algunos de los principales jefes carlistas, tomada sin duda de la historiografía liberal, pero evidentemente falsa en el sentido de que ésta no había sido su forma usual de vida durante la década anterior a 1833, la obra carece de una base documental que acredite debidamente estas hipótesis, o la conclusión final según la cual la guerra en la Mancha es la respuesta dada por los grupos sociales más bajos y deprimidos, apoyados por algunos sectores privilegiados, contra un orden social que los marginaba y empobrecía”. Será precisamente Manuela Asensio Rubio, en su trabajo publicado bajo el título "El Carlismo en Castilla La-Mancha" quien pone de manifiesto que Vicente Rugero era en 1820 agrimensor y hacendado, además de poseer una fábrica de vinos y aguardientes.
(7) Flinter estuvo destinado en Puerto Rico donde pudo observar como la forma de esclavitud de personas de raza negra en la América española era, a su juicio, la más acertada -en las colonias británicas y francesas se habían dado pasos para humanizar su situación-, y aunque se autodeclara "contrario a la esclavitud" en su escrito, aboga por una perpetuación de la forma aplicada por España, dilatando en el tiempo lo máximo posible la emancipación de los negros. "Yo me hubiera abstenido de publicar parte alguna de mis trabajos y opiniones, á no haber sido por la espantosa tendencia de los últimos reglamentos promulgados en las islas inglesas y francesas de la India Occidental para mejorar la condición de la población de esclavos. El número de vidas y la cuantiosa propiedad que se han sacrificado en Jamaica á causa de estas leyes formadas en mi humilde juicio con demasiada precipitación, y decretadas intempestivamente, la consternación y desaliento de los habitantes blancos, y la peligrosa situación en que han sido puestas todas las colonias de la India Occidental por estas destempladas medidas [...] Las suaves leyes por que son gobernados en esta isla, y los efectos que el humano tratamiento causa en la conducta moral de los esclavos africanos, son objeto de una particular atención [...] Los habitantes blancos que tengan la dicha de escapar de la venganza de los negros, tendrán razón para maldecir la luz de aquella ciencia que guió al inmortal Colón por la jamás hollada espalda de un océano desconocido al descubrimiento del mundo occidental.
Los que abogan por la inmediata é impropia emancipación de los esclavos, sin prepararlos primero para ese cambio por medio de una educación proporcionada y de prudentes y lentos progresos que los vayan sacando de la vida salvaje hácia el trato social, no han leído o no se acuerdan de la historia reciente de Santo Domingo". Jorge D. Flinter. "Exámen del estado actual de los esclavos de la isla de Puerto Rico bajo el gobierno español: En que se manifiesta la impolítica y peligro de la premura emancipación de los esclavos de la India Occidental, con algunas observaciones sobre la ruinosa tendencia de una reforma imprudente y de los principios revolucionarios hácia la prosperidad de las Naciones y Colonias. Nueva York, 1832.
Jorge (George) Flinter nació en Irlanda, comenzando su carrera militar sirviendo en el Ejército británico. Prestó destacados servicios a Fernando VII en la lucha contra los independentistas americanos, pasando a servir al Ejército español con el grado de teniente coronel. Participó en la 1ª de las Guerras Carlistas a favor de la pequeña Isabel. Capturado por Cabrera, éste se niega a fusilarlo por considerarlo un valiente. Una vez fugado, es ascendido a brigadier en 1836. Flinter fue acusado de robar y saquear en Toledo, cargos a los que prestó atención el ministro conde de Ofalia. Acabó este personaje con su vida, cortándose él mismo el cuello con una navaja de afeitar.
Datos extraídos de "Irlandeses en la Historia de España, de Francia, de las Dos Sicilias, de Austria, de Rusia", de Eusebio Ballester y Sastre. "Revista Hidalguía" nº 223, correspondiente a noviembre-diciembre de 1990. Instituto Salazar y Castro. Madrid, 1990. Págs. 883-884.
(8) "Este niño llamado Francisco Martín, hijo de un carlista, fué preso en represalias, y comprendido en el sorteo le tocó el número fatál. Todos se interesaron por él en el pueblo de Fuente el Fresno, é inútilmente, y el 4 de julio de 1840, fué conducido ál suplicio, llevándole de la mano un soldado de los que formaban el piquete para fusilarlo. Triscaba como inocente corderillo la tierna criatura creyendo le llevaban á jugar ó á paseo y decía:
-Me compraréis unas naranjas y tostones, y no me haréis pupa, ¿no soldaitos? ¿ni á mi padre ni madre tampoco?...
Lloraba el militar que le conducía, los que formaban el cuadro no podían contener la emoción y el piquete que había de hacer la descarga temblaba á la vista de tan inocente é inhumano sacrificio. Afectados todos, y sin quererse desprender el niño de su lado, que á todos hablaba y con todos quería jugar, enternecido el mismo jefe, echó a rodar una naranja y tostones, corrió aquel angel á coger el cebo de su muerte y le hicieron una descarga cayendo á tierra á impulso de las balas que traspasaron su vientre, saliendo de aquellas cruentas heridas parte de las tripas y entrañas. Los espectadores horrorizados las vieron sostener con sus inocentes manos al niño que exclamó:
-No matar, no hacerme pupa... y se dirigía hacia los soldados que obedeciendo los nuevos mandatos amenazantes del jefe que dirigía el piquete, volvieron á descargar temblando las mortíferas armas, y al fin le remataron". A. Pirala, op. cit; Tomo 3, pág. 290.
(9)  Wilhem von Rahden. "Cabrera. Recuerdos de la guerra civil española". Institución <<Fernando el Católico>>, Zaragoza, 2013. Págs. 465-466.
(10) Pío Baroja. “La Nave de los Locos”. Ed. Caro Raggio. Madrid, 1980. Págs. 283-285.
Por su parte el príncipe alemán Félix Lichnowsky -que ingresó voluntario en los Reales Ejércitos de Carlos V- escribió en sus Memorias sobre la Primera Guerra Carlista la siguiente descripción del atuendo de los jinetes integrantes de la Partida de Palillos, que tiene un gran valor por tratarse de una observación efectuada de primera mano:
"<<Palillos>>, su hijo y sus lugartenientes Jara, <<Orejita>> y <<Padre Eterno>> me recordaban al <<Zampa>> y al <<Fra Diávolo>> de nuestros teatros.
Su traje estaba de acuerdo con su papel.
Un sombrero alto u puntiagudo de terciopelo negro, ornado de una infinidad de botones, de medallas y de madroños, con una pluma negra, cubría un rostro encuadrado en grandes patillas.
Llevaba una chaqueta corta adornada con cinco hileras de <<pesetas>>; algunos jefes, para mayor adorno, en lugar de pesetas llevaban doblones.
Un ancho cinturón negro contenía 40 cartuchos, un puñal y un par de pistolas (otro par iba en los bolsillos del pantalón).
El pantalón, corto, era de terciopelo negro.
Polainas de cuero pardo, botas con enormes espuelas, un ancho sable, otro par de pistolas en el arzón de la silla y uno o dos trabucos cargados con una docena de balas completaban el traje y equipo de estos señores partidarios manchegos.
Casi todos montaban sobre fuertes caballos enteros, cuyos relinchos les traicionaban muchas veces en sus expediciones nocturnas".
Príncipe Félix Lichnowsky. "Recuerdos de la Guerra Carlista (1837-1839)". Espasa-Calpe, S. A. Madrid, 1942. Pág. 133.
(11) A. Pirala, op. cit; Tomo 1, pág. 206.
(12) A. Pirala, op. cit; Tomo 2, pág. 150.
(13) A. Pirala, op. cit; Tomo 2, págs. 150-151.
(14) D. R. Sánchez. "Historia de Don Carlos y los principales sucesos de la Guerra Civil de España. Imp. de Tomás Aguado y Compañía. Madrid, 1844. Tomo I. Pág. 313.
(15) Javier de Burgos. "Anales del Reinado de Isabel II. Obra postuma". Est. Tipográfico de Mellado. Madrid, 1851. Tomo IV. Pág. 99.
(16) "Eco del Comercio", 11 de septiembre de 1837.
(17) Barón Guillermo Von Rahden. "Andanzas de un veterano de la Guerra de España (1833-1840)". Prólogo, traducción y notas José María Azcona y Díaz de Rada. Institución Príncipe de Viana. Diputación Foral de Navarra. Pamplona, 1965. Pág. 159.
(18) Manuela Asensio Rubio. "El Carlismo en Castilla La-Mancha (1833-1875). Biblioteca Añil. Editorial ALMUD. Ciudad Real, 2011. Pág. 87.
(19) Alfonso Bullón de Mendoza. “La Primera Guerra Carlista”. Ed. Actas, Madrid, 1992, pág.313.
(20) A. Bullón de Mendoza, op. cit; pág. 315.
(21) Román Oyarzun. "Historia del Carlismo". Ed. facsímil. Editorial Maxtor. Valladolid, 2008. Pág. 111.
(22) A. Pirala, op. cit; tomo 3, págs. 109-110.
(23) A. Bullón de Mendoza, op. cit; pág. 335.
(24) A. Pirala, op. cit; tomo 3, pág. 111.
(25) Algunos destacados jefes de partidas carlistas a los que hacemos aquí referencia fueron "Orejita", Calvente, Revenga, “el feo de Buendía”, Juan Calderón, “Bailando”, Giner, González alias “Gil”, “Cuentacuentos”, “Matalauva”, “el Apañado”, “Cuatrocuartos”, “el Bombi”, “Sin Penas” o “Chaleco”.
(26) "Historia General de España, la compuesta, enmendada y añadida por el Padre Mariana, con la continuación de Minana completada con todos los sucesos que comprenden el escrito clásico sobre el Reinado de Carlos III, por el conde de Floridablanca, la historia de su levantamiento, guerra y revolución, por el conde de Toreno, y la contemporánea hasta nuestros días por Eduardo Chao". Biblioteca Ilustrada de Gaspar y Roig. imprenta y librería de Gaspar y Roig, editores. Madrid, 1853. tomo III. Pág. 412.
(27) "Eco del Comercio", 4 de septiembre de 1838.
(28) A. Bullón de Mendoza apunta que este nombramiento se debió a los celos despertados en Espartero ante los éxitos cosechados por Narváez en La Mancha.
(29) En febrero de 1836 Nogueras había dado la orden de fusilamiento de la madre de Cabrera, Dña. María Griñó, que se consumó el día 16 de febrero, en Tortosa.
(30) A. Pirala, op. cit; tomo 3, pág.118
(31) Narváez llevó consigo a su ejército, haciéndolo desfilar frente al Palacio Real de Madrid el 10 de octubre, y siendo recompensado con la Cruz Laureada de San Fernando por la formación y organización del cuerpo de reserva y la pacificación de la Mancha.
(32) A. Pirala, op. cit; tomo 3, pág. 187.
(33) A. Bullón de Mendoza, op. cit; pág. 384.
(34) A. Pirala, op. cit; tomo 3. pág. 115.
(35) Creemos no es demasiado arriesgada la hipótesis que el estandarte aquí publicado fuera cogido por los liberales en esta acción, ya que un mes después, el 16 de enero de 1839 fue remitida a la Real Basílica de Atocha como destacado trofeo de guerra.
(36) Como figura en su catalogación, el estandarte fue remitido a la Real Basílica de Atocha por el capitán general de Castilla la Nueva con fecha de 16 de enero de 1839.
(37) A. Pirala, op. cit; tomo 3, pág.116.
(38) Pascual Madoz. "Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones en Ultramar". Imp. D. José Rojas. Madrid, 1848. Tomo XI. Pág. 11.
(39) Vicente Rugero tuvo siete hijos, de los que conocemos los nombres de Zacarías, Luciano, Francisca y Dolores, por cierto éstas dos últimas sufrieron prisión ordenada por las autoridades liberales como método coercitivo contra su padre; la hija mayor contrajo matrimonio en la cárcel con un mozo labrazor que también se encontraba recluso. Datos obtenidos de la obra de Manuela Asensio Rubio.
(40) "Panorama Español, Crónica contemporánea. Obra pintoresca", por "Una reunión de amigos Colaboradores". Imprenta del Panorama Español. Madrid, 1845. Tomo IV Pág. 145.
(41) “Breve reseña que el Ayuntamiento de la Muy Noble, Leal y Antigua Villa de Orgaz hace de las víctimas inmoladas por la facción Palillos el día 25 de Febrero del año 1839”.- Toledo. Imprenta Escuela Tipográfica y Encuadernación Colegio de María Cristina. 1906.
(42) A. Pirala, op. cit; tomo 3, pág. 265.
(43) A. Pirala, op. cit; tomo 3, pág. 290.
(44) "El Labriego", en su nº 37, correspondiente al 15 de agosto de 1840, publica en su página 261 la noticia: "Se asegura que el jeneral (sic) don Trinidad Balboa ha desaparecido de Madrid donde parece había órden de prenderle á consecuencia de la causa formada por el tribunal de guerra y marina, sobre su mando en la Mancha. A estas horas se le supone ya en Gibraltar".
El periódico político "El Labriego" fue fundado en 1840, dirigido por D. José García de Villalta e impreso en Madrid por Francisco de P. Mellado.
(45) Tal y como ya había ocurrido antes con María Griñó, madre del general Cabrera y la posterior represalia de éste sentenciando a la pena capital a otras cuatro señoras en los tristemente recordados fusilamientos de Valderrobles.
(46) Máximo García López. "Diario de un médico, con los hechos más notables ocurridos durante la última guerra civil en las provincias de Toledo y Ciudad Real”, Madrid, Imp. T. Aguado, 1847, 2 volúmenes.
(47) A. Bullón de Mendoza, op. cit; pág. 336.
(48) Se firmó el convenio de Vergara el 31 de agosto de 1839.
(49) A. Pirala, op. cit; tomo 3, pág. 291.
(50) En contraposición al bando publicado el 25 de agosto en el que prometía duras penas para los carlistas y para los que los apoyasen.
(51) A. Pirala, op. cit; tomo 3. Pág. 292
(52) Enrique Roldán. "Estado Mayor General Carlista en las Tres Guerras del Siglo XIX". Actas Editorial. Colección Luis Hernando de Larramendi. Madrid, 1998. Pág. 92.
(53) Manuela Asensio Rubio, op. cit; pág. 91.
(54) Manuel González Simancas. "Banderas y Estandartes del Museo de Inválidos. Su Historia y Descripción". Sucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1909. Pág. 146.
Desapareció del Museo de Inválidos de Atocha, sin saberse cómo, entre los años 1839 -cuando ingresa- y 1843 -el inventario realizado en ese último año ya no lo menciona-. Reapareció en el Museo de Recuerdos Históricos de Pamplona abierto en 1940, para pasar a formar parte de la colección Baleztena al cierre de éste en 1965.
El “Semanario Pintoresco Español”, en su número de 21 de abril de 1839, da noticia de la reciente creación por del “Museo de Banderas” en Atocha: “El antiguo y venerable templo de Nuestra Señora de Atocha dignamente restaurado y enriquecido con sus preciosos altares y hermosos cuadros, se halla de nuevo restituido al culto, y en su principal trono está ya colocada la celebrada Imagen, objeto de veneración del pueblo madrileño. Campean gallardamente dispuestas en los machones de la fábrica las gloriosas banderas, trofeos de las antiguas glorias nacionales; el pendón inmortal de don Juan de Austria, los de las órdenes militares, los de los tercios flamencos, y los tenidos en otro tiempo en la superficie de los mares. Allí como estímulo de gloria y de virtud, como tributo de reconocimiento al Dios de los ejércitos, reposan aquellas brillantes páginas de nuestra historia nacional, custodiadas por los que con su propia sangre escribieron en ellas algunas líneas más; y allí, en la casa del Altísimo, un pueblo entero presta el homenaje de su adoración al que dispone las victorias y premia los altos hechos de valor y patriotismo”.
(55) Debido a que en su acta de ingreso en Atocha, fechada el 16 de enero de 1839, se describe como "Estandarte dedicado á la Virgen de los Dolores", es obvio que en el espacio central que está rodeado por la leyenda “A D. CARLOS V. DEFENSOR DE LA RELIJION Y LA LEJITIMIDAD” -donde se observa un cerco producido por puntadas de aguja que mide 27 x 19 cm-, iba cosida al paño una imagen de la Virgen de los Dolores. Lo que desconocemos es su iconografía exacta, ya que a la Dolorosa se le ha representado de múltiples maneras, y el tipo de soporte empleado.
(56) Lleva el estandarte prendido en su tela una etiqueta del desaparecido Museo de Recuerdos Históricos de Pamplona –donde estuvo expuesto en la denominada “Sala de la Legitimidad” (Dolores Baleztena, “Museo Histórico de Pamplona”, pág. 16)- con el texto manuscrito “Bandera de Carlos V. "Defensa de la Religión y de la Legitimidad" 1834”, lo cual nos conduce irremediablemente a la conclusión que en ese Museo no supieron catalogarlo correctamente, no vinculándolo con la Partida de Palillos.
Fue este vexilo estudiado por vez primera por Luis Sorando, quien cotejando el estandarte y sus características con el libro-catálogo "Banderas y Estandartes del Museo de Inválidos. Su Historia y Descripción" (1909), descubrió que se trataba del estandarte de la Partida de Palillos, y así fue publicado en un trabajo conjunto con Ramón Guirao Larrañaga que llevaba por título "Banderas Carlistas de la Primera Guerra (1833-1840)" en "Aportes. Revista de Historia Contemporánea" en su nº 25, correspondiente a junio de 1994, en la que estudiaban en forma somera este estandarte, incluyendo un dibujo del mismo. Posteriormente fue incluido por Sorando en el catálogo editado con motivo de la exposición comisariada por Alfonso Bullón de Mendoza, "Las Guerras Carlistas", celebrada en el madrileño Museo de la Ciudad (mayo-junio de 2004).

miércoles, 13 de marzo de 2013

Moneda carlista de 8 maravedís acuñada en la ceca de Segovia en 1837






Rarísima acuñación de Carlos V de Borbón con valor de 8 maravedís.
El dia 3 de agosto de 1837, las tropas carlistas de Zaratiegui, con 4.300 hombres y 310 caballos entraron por las puertas de la muralla de la ciudad de Segovia. La casa de la moneda cayó primero, pues los asaltantes tenían gran interés por acuñar moneda a nombre de su Rey. Durante los diez dias que las tropas ocuparon la ciudad castellana, se acuñaron de 8 a 10 mil reales en moneda de ocho maravedís con troqueles del fallecido Fernando VII, a los cuales el grabador jubilado de la Casa, y a instancias de las fuerzas carlistas, añadió un bigote y la leyenda CAROLUS V. D. G. HISP. REX. 1837.
Este ejemplar perteneció a la colección que el filántropo estadounidense Mr. Archer M. Huntington reunió en la Hispanic Society of America, en la ciudad de Nueva York, siendo posteriormente subastada por una conocida casa de numismática madrileña en junio de 2012 por la cantidad de 4.000 euros. La misma empresa adjudicó otra moneda igual por 3.700 euros cuatro meses después.

Bandera de Combate del Tercio de San Fermín, hacia 1937



Hemos encontrado esta interesantísima fotografía del abanderado del Tercio de Requetés de San Fermín en plena campaña del Norte, en el transcurso la Guerra Civil Española, portando la bandera de combate de la unidad.



El Tercio de San Fermín, 5º de Navarra, se formó con voluntarios requetés procedentes de las siguientes unidades: el Tercio de Lesaca -su 1ª Cia. la mandaba el capitán Pelegrí y la 2ª Ricardo Ruiz de Ojeda-, la Compañía del capitán Zaragoza de Viala -que salió de Pamplona el 9 de septiembre de 1936- y la Compañía del Requeté de Elizondo -a las ordenes del capitán Valenzuela-.
Combatió en los frentes de Guipúzcoa y Vizcaya, para posteriormente también hacerlo en Santander y Asturias. Después de la campaña del Norte pasó a fusionarse en el glorioso Tercio de Lácar.
Para saber más de este Tercio y de su bandera recomendamos el libro de Íñigo Pérez de Rada "Navarra en Guerra", publicado en 2004.

lunes, 4 de marzo de 2013

Se subasta en Madrid parte del mobiliario del Infante Don Sebastián Gabriel


Una sala de subastas madrileña subastó el pasado 27 de febrero tres magníficas parejas de sillones que habían pertenecido al Infante Don Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza (1811-1875), hijo que fue de la inolvidable Princesa de Beira -segunda esposa de S. M. Don Carlos V de Borbón- y del Infante Don Pedro Carlos de Borbón.
Alcanzó las dignidades de Gran Prior de la Orden de San Juan de Malta, Caballero del Toisón de Oro, Grandes Cruces de las Ordenes de Carlos III e Isabel la Católica y Académico de Bellas Artes de San Fernando.
El Infante Sebastián Gabriel combatió por los derechos de su primo Don Carlos en la Primera Guerra Carlista, obteniendo resonadas victorias como la lograda en Oriamendi (1837).  Fue además destacadísimo coleccionista de obras de arte que le fueron confiscadas contra todo derecho por el Gobierno liberal dada su pertenencia al Ejército carlista.

 El Infante Don Sebastián Gabriel de Borbón, General de los Reales Ejércitos Carlistas
"Santos González estampó/Bernardo Blanco Lit/Establecimiento lit. S. González, c/Santa Clara, Madrid"
Medidas: 68 x 50 cm.
Grabado propiedad de Iñigo Pérez de Rada

Tras el fallecimiento en Trieste de Carlos V, a quien siempre profesó la más absoluta de las lealtades y siguió al exilio, se planteó regresar a España. Obtenida la correspondiente licencia abandonó el destierro y regresó a Madrid, donde se instaló, siéndole además devueltos sus bienes y honores por parte de la usurpación isabelina. Contrajo matrimonio con Doña Mª Cristina de Borbón y Borbón, hermana de Francisco de Asís.
Cuando "la Gloriosa" arrojó en 1868 a Doña Isabel de su inestable trono, el Infante hubo de tomar de nuevo el duro camino del exilio, falleciendo en Francia.
Los sillones ahora vendidos eran los restos de un numeroso conjunto que ya se liquidó en la misma sala hace unos años y que habían sido adquiridos por el conde de Leyva tras la dispersión de las colecciones del Infante.
Así describe estos muebles el catálogo del comercio madrileño:
"Trabajo español, h. 1820-30.
Importante pareja de sillones fernandinos en caoba y madera tallada y dorada. Estampillados "SG" en el bastidor bajo corona ducal para el infante Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza.
Medidas: 95 x 50 x 55 cm.
La calidad del trabajo y la importancia del dueño sugiere una atribución a los talleres reales.
Procedencia: conde de Leyva
S.A.R. El Infante Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza (1811-1875), adquirido por el Conde de Leyva durante el primer cuarto del S. XX
".
Una pareja obtuvo un remate de 4.500 euros y otra de 4.000, impuestos y comisiones aparte. Un último lote quedo desierto por hallarse en regular estado, con faltas en la madera y habiéndosele desprendido parte de sus aplicaciones doradas.

domingo, 27 de enero de 2013

Ha fallecido el Marqués de Jaureguizar

Don Francisco Javier Pérez de Rada y Díaz-Rubín, Marqués de Jaureguizar, falleció en su casa de Madrid el jueves 17 de enero de 2013, a los ochenta y cuatro años de edad.
Sus restos mortales fueron amortajados con el hábito de Caballero de la Soberana Orden Militar de Malta y trasladados hasta el Convento de las Madres Concepcionistas de Ponferrada, León, donde se les dió cristiana sepultura en el crucero de la Iglesia próximo al Altar.


                                                            

La Misa corpore insepulto fue concelebrada por tres sacerdotes, uno de ellos el Rector de la Basílica de Nuestra Señora de La Encina y Prelado de Honor de Su Santidad, Monseñor Antolín de Cela.
El religioso destacó la figura del Marqués de Jaureguizar. «Era un carlista muy religioso y conservador», declaró a los periodistas del Diario de León.
Según sus investigaciones los Fundadores del Convento, Don Álvaro Pérez Osorio y su esposa Doña Brianda de Quirós, Señores de Priaranza del Bierzo y familiares de los Marqueses de Astorga y Condes de Lemos, tenían una casa en la calle del Rañadero de Ponferrada, próxima a lo que después, en 1524, sería la ubicación del Convento de clausura de las Madres Concepcionistas, en la calle del Reloj.
«El Marqués de Jaureguizar, como descendiente de los Osorios, ejercía el patronato sobre las monjas de clausura, entregándoles donativos y regalándoles incluso un retablo y alguna imagen», recalcó, ensalzando su papel en la mejora del mantenimiento del Convento.
En cuanto al traslado de los restos al Convento ponferradino, Antolín de Cela, explicó que han sido recibidos con sumo respeto por las hermanas de la comunidad de religiosas: «para ellas son los descendientes de los fundadores de su convento», explicó, «es una familia amiga».
«Fue uno de los conventos más primitivos construídos en el siglo XVI», señaló Antolín de Cela, sobre el edificio situado en el casco antiguo de la capital berciana, donde habita desde entonces una congregación de la Inmaculada Concepción, de la Orden fundada por la portuguesa Santa Beatriz de Silva.
La Misa funeral por el eterno descanso del Marqués de Jaureguizar se celebrará, Dios mediante, el viernes 1 de febrero de 2013 a las 18:30, en la Iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid, calle de Moreto nº 4.

"Diario de Navarra", 26/11/2013

"ABC", 21/1/2013



"ABC", 26/1/2013

Han sido  numerosos los medios de prensa y comunicación de toda España (Madrid, Navarra, Asturias, León, Levante, etc.) que han difundido la noticia de la muerte del Marqués de Jaureguizar, cumplido caballero de arraigadas creencias religiosas, esposo excelente y padre bondadoso. 
Sin embargo, destacaremos ahora la desinteresada labor hecha por nuestros correligionarios de Agencia FARO y El Irrintzi por haber sido los primeros en hacerse eco del luctuoso suceso.

Carta recibida  del Jefe Nacional del Movimiento Catolico Español:

Sr. D.  Iñigo Pérez de Rada

Querido amigo:

Hemos estado en el solemne funeral de San Jerónimo el Real en sufragio por vuestro respetado y querido padre, el Marqués de Jaureguízar. Cuántas emociones, cuánta gente, cuántas caras conocidas de antaño. El Himno Nacional, el Ave María, la Salve, las palabras del Párroco, vuestra familia enlutada haciendo piña. Todo imborrable, en el espléndido marco de los Jerónimos, abarrotados de gente de bien, hasta permanecer de pie muchos en el fondo de la iglesia.
A causa de las prisas no hemos podido acercarnos a daros el pésame en persona, dado el gentío que ha querido hacer lo mismo, muestra del mucho y bien merecido afecto que os rodea, que sin duda os ayuda a sobrellevar este momento difícil, pero lleno de esperanza y conformidad como cristianos.
Por eso me dirijo a vosotros para haceros patente nuestro cariño y cercanía en estos momentos, con la seguridad de que esa inmensa familia que formamos cuantos amamos a Dios y a España, no queda huérfana, sino que sigue velada por sus mejores desde los cielos.

Un fuerte abrazo en Cristo Rey.


domingo, 6 de enero de 2013

Proyectil "Whitworth" lanzado por los carlistas sobre San Sebastián en 1876

Proyectil "Whitworth" lanzado por la Artillería carlista sobre San Sebastián (Guipúzcoa) el 14 de enero de 1876, en el transcurso de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876).

Por Iñigo Pérez de Rada


Medidas: 28 x 8 cm (proyectil); 15 x 15 x 3,5 (base)
Material: Hierro, acero, damasquinados en oro y plata.


Se trata de un proyectil sistema "Whitworth" empleado en uno de los bombardeos que hizo la Artillería carlista sobre la ciudad de San Sebastián el día 14 de enero de 1876.
Fue lanzado por la batería carlista de Arratzain (Mendizorrotz) cayendo sobre la capital guipuzcoana sin explotar, por lo que fue recogida la granada, y por encargo del oficial Teófilo Moriones [en diciembre de 1875 era teniente de Caballería y ayudante de campo de su padre el general Moriones] se procedió a retirar la espoleta y vaciar la carga de explosivo para convertir la carcasa en pieza inerme e inofensiva. A continuación se damasquinó su superficie en bello trabajo ejecutado por algún maestro eibarrés, con el objeto de servir como regalo a la duquesa de Santoña.

Detalle
En la parte superior se lee la leyenda explicativa de su procedencia damasquinada en oro: "GRANADA TIRADA DE LA BATERIA DE ARRATSAIN, SOBRE SAN SEBASTIAN 14 ENERO DE 1876". En su cuerpo se encuentra la dedicatoria, también en oro: "RECUERDO DE TEOFILO MORIONES, A LA EXMA. Sª. DUQUESA DE SANTOÑA".

Dedicatoria
Se le dotó de base montada sobre cuatro esferas flamígeras que representan otras tantas bombetas de Artillería, cada una de ellas damasquinada a propósito de distintos bombardeos efectuados por los carlistas sobre poblaciones Vascongadas: "BOMBº DE BILBAO 1874", "BOMBº DE IRUN 1874", "BOMBº DE HERNANI 1875" y por último "BOMBº DE GUETARIA 1876".

Detalle de una bombeta de la base
Fue adaptado el conjunto para que sirviese como lámpara eléctrica, y esa función debió de desempeñar en el lujoso palacio que los duques de Santoña poseían en Madrid, situado entre las calles Huertas y Príncipe.
Teófilo Moriones y Salvatierra, 2º marqués de Oroquieta, capitán de Caballería, falleció en Valtierra (Navarra) el 3 de octubre de 1892. Era hijo del teniente general Domingo Moriones y Murillo, creado marqués de Oroquieta en diciembre de 1875 por la victoria lograda en esa acción contra los carlistas. Sin embargo el general Moriones fue derrotado por los carlistas cuando no pudo cumplir la orden a él encomendada de romper el cerco al que se veía sometido Bilbao por las tropas de Carlos VII; impotente, telegrafió al Gobierno en Madrid: "Es urgentísimo vengan refuerzos y otro General a encargarse del mando...".
La destinataria de la pieza era María del Carmen Hernández y Espinosa de los Monteros, duquesa consorte de Santoña. Fue esta dama muy conocida en la sociedad madrileña por sus obras de caridad y enorme fortuna, de la cual fue desposeída al final de su vida por la hija de su marido el duque, con el que había contraido segundas nupcias. Falleció esta señora en Madrid en 1894 a los 66 años.
Los carlistas adquirieron numerosos cañones del sistema "Whitworth" en Inglaterra. Tenían la ventaja de ser de retrocarga y también al estar dotados de ánima poligonal y el proyectil ser ochavado, éste último adquiría una rotación cuando era disparado que aumentaba considerablemente su precisión.
San Sebastián, que se había convertido en refugio de los liberales de la Provincia de Guipúzcoa durante la guerra, fue duramente bombardeada durante los años 1875 y comienzos del siguiente gracias a la ventaja estratégica que les confería a las fuerzas carlistas dominar los altos en su vertiente occidental.
"San sebastián era una ciudad sitiada y casi aislada. El 10 de octubre [de 1875] se reanudaba el correo por tierra a través de Irún, que hasta ese momento debía realizarse por vía marítima y dependiendo de las condiciones de la mar. El cañoneo se producía a cualquier hora del día, y a veces hasta entrada la noche, si bien a lo largo del asedio hubo algún intervalo largo sin actividad por parte de los carlistas. Aunque de modo bastante ocasional, los proyectiles carlistas producían bajas entre la población civil, y a pesar de su carácter no excesivamente dañino, debían crear un clima de desasosiego que redundaba en que se alimentasen sospechas acerca de la existencia de quintas columnistas introducidos en la población. Los carlistas bombardeaban la ciudad desde sus posiciones en Mendizorrotz, en concreto desde Arratsain, que era el punto débil de la defensa de San Sebastián, y los liberales contestaban desde sus baterías de Igueldo y los fuertes de Lugaritz y Hernández (Gudamendi). Para avisar a la población de los bombardeos había un turno de vigías en la torre de Santa María, que luego se amplió al castillo de La Mota, donde se instaló una campana que en cuanto divisaba el primer fogonazo tocaba a rebato para que las gentes buscaran refugio".
(Miguel Artola, Ed. "Historia de Donostia San Sebastián. Ayuntamiento de San Sebastián y Editorial Nerea, S. A. San Sebastián, 2000. Pág. 314) 
Las tropas liberales rompen el bloqueo al que se veía sometido San Sebastián el 28 de enero de 1876 atacando las posiciones carlistas que dominaban la ciudad y el 18 de febrero se ven obligados a abandonar su privilegiado emplazamiento de Arratzain. Diez días después Carlos VII abandona el territorio español alcanzando la frontera francesa por el paso de Valcarlos en Navarra. La Tercera Guerra Carlista había terminado.
La publicación "El Estandarte Real" en su número 28 (julio de 1891) publica este interesante  grabado, representando a artilleros carlistas sirviendo una pieza "Whitworth" y la sección de un proyectil, acompañado de su explicación correspondiente:


 "Gran número de las piezas que componían la artillería carlista en el Norte eran del sistema inglés Whitworth, inventado por el constructor así llamado á principios de 1860, antes, por consiguiente, de que se conociesen las mejoras y adelantos de los sistemas Krupp y Plasencia. La sección del ánima de este cañón figura un exágono, cuyo desarrollo longitudinal es hueco y espiral. Se carga por la recámara, es de sencilla construcción  y se maneja muy fácilmente. Toda la pieza es rayada; la culata se cierra con un ajuste sólido que lleva un tornillo interior al cual se da movimiento con el torniquete que se ve en la figura. La forma de los proyectiles que se lanzan con este cañón varían según los efectos que se desean producir. Cuando, como en Santa Bárbara, sobre Puente la Reina, se quieren lanzar á muy larga distancia, tienen la forma de un cilindro apuntado pot dos conos chatos, por cuya figura los soldados del ejército liberal les dieron el nombre de <<pepinos>>.
Las figuras del dibujo señalan el proyectil.
Número 1, tapón contra el cual choca la pieza núm. 3, produciendo la explosión; dicha pieza núm. 2 lleva en su extremo superior un mixto, y va rellena de pólvora; se coloca en el número 2, introduciéndola por la parte superior, hasta que asomen por el lado opuesto las orejas núm. 4, las cuales se rompen en el momento del choque. Después del disparo, el cartucho queda dentro del cañón, y se saca al abrir el disco de ajuste.
Una pieza de á 12 se carga con 850 gramos de pólvora, y el proyectil puede recorrer un trayecto de siete á ocho hilómetros. La detonación no es muy fuerte; un hombre basta para el manejo de una pieza, y no hay que hacer uso del escobillón".